5. El fin de la escuadra de Garibaldi
J. Garibaldi vio dificultadas las maniobras debido al calado algunos de sus buques por lo que no le quedó otra opción que enfrentar a las naves de G. Brown. Para poder atacarlas con alguna ventaja intentó utilizar la sorpresa. Acorderó (33) sus naves y ocultó a parte de sus hombres en la costa, de tal manera que pudieran abrir fuego cuando las naves de la Confederación se acercaran.
Al mediodía del 15 de agosto los buques de G. Brown se aproximaron a los de J. Garibaldi, el viento era prácticamente nulo, por lo que las naves debieron acercarse a la sirga. La operación se vio sumamente dificultada por el fuego que les dirigían tanto desde los buques como desde la costa. La fuerte corriente también contribuyó a dificultar las maniobras de aproximación. El Gran Almirante ordenó al guardiamarina Mariano Cordero que se dirigiera con parte de los hombres por tierra para anular los fuegos de la improvisada infantería de J. Garibaldi. Luego de un durísimo combate, Cordero logró apagar los fuegos de los riveristas, lo que le valió posteriormente las felicitaciones del Almirante. A su vez G. Brown logró alinear a la 9 de Julio, al Chacabuco y al Echagüe iniciando un vivo fuego sobre la escuadra enemiga, prolongándose los combates hasta las 19hs. A las dos de la madrugada del día 16, J. Garibaldi intentó volar las naves de G. Brown enviando un brulote incendiario que se desplazaba favorecido por la corriente. Ante el peligro que significaba esta nueva amenaza, G. Brown envió en un bote al guardiamarina Bartolomé Cordero (34) , hermano de Mariano, para que apagara el fuego. La misión era sumamente riesgosa pero fue cumplida con éxito. El valiente marino trajo como trofeo la mecha que accionaría la pólvora del brulote. También Bartolomé fue felicitado por G. Brown.
J. Garibaldi no cejó en su intento de ganar la batalla y envió a 50 hombres para intentar abordar y destruir o capturar al Echagüe, ubicado en las cercanías de la costa. La maniobra fue descubierta por un centinela y los atacantes repelidos a balazos.
Casi una hora después del envío del primer brulote incendiario los riveristas enviaron una segunda nave. Bartolomé Cordero volvió a ofrecerse como voluntario para apagar la mecha, Brown agradeció el coraje pero envió en su lugar a Luis Cabaza, un baquiano. Cabaza se acercó a la nave y descubrió que la mecha que accionaba el mecanismo para encender el alquitrán y la pólvora se había apagado.
En las primeras horas de la mañana se reinició el combate en las aguas y en tierra. Las naves de J. Garibaldi abrieron fuego contra las de G. Brown, pero fueron acribilladas por los disparos de las naves de la Confederación. G. Brown avanzó contra las castigadas naves riveristas comandando la 9 de Julio con intenciones de abordarlas y decidir el combate en un duelo cuerpo a cuerpo, ya eran cerca de las 14hs. Ante el inminente abordaje, estando ya muy cerca de las naves de G. Brown, J. Garibaldi prendió fuego a la Constitución y al Pereyra. La primera voló en forma espectacular por la explosión del depósito de pólvora, salvándose por poco la 9 de Julio que se aprestaba a abordarla.
En estos momentos se dio uno de los episodios más pintorescos de la batalla. Una de las naves que J. Garibaldi había capturado durante su incursión, el pailebote (35) Joven Esteban, comenzó a arder corriendo el peligro de volar y producir daños a las naves de G. Brown. Para apagar el fuego se ofrecieron los hermanos Cordero que compitieron en una particular carrera para ver quién llegaba antes. Bartolomé llegó primero y con su gente logró apagar el fuego que en minutos hubiera llegado al depósito de pólvora (36) .
Mientras las naves eran incendiadas J. Garibaldi y los sobrevivientes de su escuadra escaparon por tierra y por el río por medio de unos botes con rumbo a Corrientes. G. Brown informó de la victoria a Rosas, llegando las noticias a Buenos Aires el 25 de agosto. El Restaurador escribió a G. Brown para felicitarlo el 10 de septiembre:
“Intensamente se complace el infrascripto por este resultado glorioso y feliz, de la pericia y heroico denuedo de V.S., del brillante valor de los beneméritos marinos que ha conducido a la victoria.
Este lauro eminente en la guerra marítima de la Confederación, confiere a V.S. y a los valientes que dignamente manda, un título más de esclarecido honor”
El Gran Almirante y sus hombres retornaron a Buenos Aires, siendo recibidos con honores y aclamados por la población que una vez más agradecía el valor y el patriotismo del veterano héroe. Además de sus propios buques, ninguno se había perdido, traían cinco de las naves capturadas que se sumaron a la escuadra de la Confederación. Los vencedores fueron agasajados con un banquete en la Capitanía y más tarde por un asado en la residencia de Rosas.
6. Las consecuencias de la batalla
Costa Brava significó ante todo el fracaso de los planes anexionistas y segregacionistas de Rivera. Al igual que había ocurrido en la guerra contra Perú y Bolivia, nuevamente se garantizó la integridad territorial de nuestra Patria. La destrucción o captura completa de la escuadra riverista, aseguró la soberanía en los ríos interiores nacionales. Implicó la detención de las depredaciones de los corsarios sobre las costas entrerrianas. También alentó a Oribe a avanzar sobre Entre Ríos. Rápidamente Rosas reforzó a las fuerzas orientales, que cruzaron el Paraná y el 6 de diciembre de 1842, al sur de Concordia, se enfrentaron al ejército de Rivera en Arroyo Grande. En una impresionante batalla en la que participaron más de 16.500 hombres y 34 piezas de artillería de ambos bandos, el ejército unitario fue completamente destruido. Rivera huyó, arrojando sobre el campo su sable y su chaqueta. Sin obstáculos al frente, el ejército de Oribe cruzó el río Uruguay comenzando el segundo sitio de Montevideo.
Ingleses y franceses siguieron atentos la evolución de los acontecimientos. Su apetito había sido despertado y casi tres años después enviarían sus escuadras a intentar forzar la navegación de nuestros ríos interiores e impedir que Oribe retomara el control de Montevideo. Los cañones de la Vuelta de Obligado, San Lorenzo, Tonelero, Acevedo y El Quebracho y la briosa reacción diplomática contestarían a tan soberbias provocaciones, haciendo morder el polvo a los invasores y dando lugar a una de las gestas más gloriosas y trascendentes en la Historia de nuestra Patria.
(*) Sebastian Miranda es Licenciado, Profesor de Histiria y autor de diversas obras.
(1) La invasión de produjo el 19 de septiembre de 1816, cuando unos 10.500 hombres comandados por el Barón de Laguna cruzaron la frontera y penetraron al territorio oriental. Ver: BALDRICH, AMADEO (Cnel.): Historia de la guerra del Brasil, Buenos Aires, EUDEBA, 1975, p. 15.
(2) Recordemos que en esos momentos de nuestra Historia no existía una autoridad nacional tal como la entendemos hoy en día. Al no existir un poder central, un gobernador asumía el mando de las relaciones exteriores y los negocios generales de todas las provincias. Por ello le correspondía a Las Heras dirigir las relaciones y la guerra contra el Brasil.
(3) La expedición recibió un amplio apoyo de los hacendados bonaerenses, en especial por parte de Juan Manuel de Rosas.
(4) Para más información, ver el detalle en: BALDRICH, AMADEO. Op. cit., pp. 88 – 92.
(5) Durante la ocupación brasileña se le otorgó el titulo de Barón de Taenarimbó.
(6) Especialmente la batalla de Carpintería, el 19 de septiembre de 1836.
(7) Del 18 de diciembre de 1835, ponía fuertes impuestos o directamente prohibía la entrada de productos del exterior que competían con las industrias artesanales del interior.
(8) Para conocer en detalle las características de este sistema, recomiendo la lectura del excelente, aunque lamentablemente poco conocido, trabajo BONURA, ELENA: El sistema económico de Rosas, Buenos Aires, Sellarés, 1982.
(9) El ejército formado por los hacendados fue completamente destruido en la batalla de Chascomús el 7 de noviembre de 1839. Los sobrevivientes se refugiaron en naves francesas que los esperaban en Tuyú. Luego se incorporaron al ejército de Lavalle que operaba en el litoral.
(10) Descubierta y desbaratada por Rosas antes de su estallido. Su cabecilla, Ramón Maza, fue fusilado el 28 de junio de 1839.
(11) Luego de una serie de batallas en el litoral desembarcó en Buenos Aires, logró acercarse a la ciudad pero fue rodeado por las fuerzas federales, iniciando una retirada a lo largo de la cual sufrió una serie de derrotas que culminarían lamentablemente con la muerte de Lavalle, destacado oficial durante las guerras por la independencia y contra el Brasil.
(12) Entre estos hechos se destacó la toma de la isla Martín García, defendida heroicamente por las fuerzas comandadas por el Teniente Coronel Jerónimo Costa.
(13) Rivera intentó desesperadamente evitar la retirada francesa, que ya comenzaba a verse como una posibilidad el año anterior por lo que envió la misión del doctor José Ellauri.
(14) En la provincia de Tucumán, el 19 de septiembre de 1841.
(15) El 24 de septiembre de 1841, en la provincia de Mendoza. Las fuerzas de Lamadrid fueron diezmadas por el ejército del General Pacheco. El general unitario se refugió en Chile.
(16) Ver SIERRA, VICENTE: Historia de la Argentina 1840 – 1852, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1978, pp. 93 – 4.
(17) Ver SIERRA, VICENTE. Op. cit., p. 96 – 7.
(18) SIERRA, VICENTE. Op. cit., p. 99.
(19) A tal efecto Rivera firmó un pacto con los independentistas del sur de Brasil, el llamado pacto de San Fructuoso, el 28 de diciembre de 1841. Por este pacto de ayuda mutua Rivera socorrería a los rebeldes republicanos del sur de Brasil a cambio de ayuda militar para anexar la Mesopotamia, parte de Brasil y el Paraguay. Este proyecto fue ampliamente apoyado por la masonería y el gobierno británico. Ver ROSA, JOSÉ MARÍA: Historia Argentina, Buenos Aires, Oriente, 1965, T. V, p. 56.
(20) PAZ, JOSÉ MARÍA: Memorias Póstumas del General José María Paz, tercera edición, Buenos Aires, Imprenta La Discusión, 1892, p. 146.
(21) Luego se haría famoso por su intervención en el proceso de unificación italiana y por su militancia masónica y anticlerical.
(22) Nave de tres palos, con dos velas cuadradas y una cangreja (vela de forma trapezoidal). Las características de los tipos de buques mencionadas han sido consultadas todas en: DESTEFANI, LAURIO: Famosos veleros argentinos, Buenos Aires, Centro de Publicaciones Navales, 1968.
(23) Nave de dos palos cruzados y velas cuadradas, menores a las fragatas y corbetas. Destéfani menciona que eran muy utilizadas en el Río de la Plata por su poco calado. La abundancia de bancos de arena hacía que fuera sumamente difícil la navegación tanto en el mencionado río como en los interiores, por lo que era aconsejable el uso de buques de menor calado.
(24) IRAZUSTA, JULIO: Vida política de Juan Manuel de Rosas, Bogotá, Editorial Andes, 1975, T IV, p. 172. Reproduce el parte enviado por Brown a Juan Manuel de Rosas. El documento fue publicado en forma integral por RATTO, JORGE: Historia del Almirante Brown, cuarta edición, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1986.
(25) También se puede escribir sumaca, embarcaciones de fondo aplanado, con dos palos y de poco calado.
(26) Nave de entre dos y siete palos, todos con velas cangrejas.
(27) Embarcación pequeña de un palo, que suele llevar una vela triangular a proa (foque) y una cangreja.
(28) SIERRA, VICENTE. Op. cit., p. 107.
(29) O cútter, con palo mayor y bauprés, con aparejo similar al de la balandra.
(30) Barco con cubierta en forma de azotea, con dos o tres velas latinas, muy usados en las costas del Mediterráneo. Por su poco calado son muy aptos para la navegación en nuestros ríos interiores.
(31) Pequeñas embarcaciones utilizadas para la pesca y la caza de estos animales, de los cuales deriva su nombre.
(32) Todos los datos han sido tomados de SIERRA, VICENTE. Op. cit., p. 110.
(33) Acorderar: colocar dos o más naves en línea, amarradas proa con popa.
(34) Luego llegó a ser contralmirante de la escuadra nacional.
(35) Embarcación de vela muy rasa y fina que carece de gavias.
(36) El episodio es relatado en la mayor parte de las obras referidas al tema, especialmente en Anécdotas marineras.
Bibliografía
ARMADA ARGENTINA: Anécdotas marineras y algo más, [s.c.e], [s.e.], [s.a.e.].
BALDRICH, AMADO (Cnel.): Historia de la guerra del Brasil, Buenos Aires, EUDEBA, 1975.
BONURA, ELENA: El sistema económico de Rosas, Buenos Aires, Sellarés, 1982.
COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN: Atlas histórico militar argentino, Buenos Aires, Colegio Militar de la Nación, 1970.
DESTÉFANI, LAURIO HELDEVIO: Famosos veleros argentinos, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1967.
GALVEZ, MANUEL: Vida de Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, heliasta, 1991.
IRAZUSTA, JULIO: Vida política de Juan Manuel de Rosas, Bogotá, Editorial Andes, 1975, T IV.
PAZ, JOSÉ MARÍA: Memorias Póstumas del General José María Paz, tercera edición, Buenos Aires, Imprenta La Discusión, 1892.
RATTO, HÉCTOR: Historia del Almirante Brown, cuarta edición, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1986.
RODRÍGUEZ, HORACIO Y ARGUINDEGUY, PABLO: El corso rioplatense, Buenos Aires, Instituto Browniano, 1996.
ROSA, JOSÉ MARÍA: Historia Argentina, Buenos Aires, Oriente, 1965.
SALDÍAS, ADOLFO: Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1951.
SIERRA, VICENTE: Historia de la Argentina 1840 – 1852, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1978
.
UZAL, FRANCISCO HIPÓLITO: Obligado. La batalla de la soberanía, Buenos Aires, Moharra, 1970.
Fuentes:
- Sebastian Miranda
- Obras citadas
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
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