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ESTANCIA "LOS CERRILLOS"
                          

"Los Cerrillos"    
Fotografía de Wlater Pontalti    

Estancia Los Cerrillos - San Miguel de Monte (01) Estancia Los Cerrillos
(02) El prestigio de Rosas
(03) Fuentes
(04) Artículos relacionados

Estancia Los Cerrillos

Estancia ubicada a pocos kilómetros de San Miguel del Monte, antigua Guardia del Monte.

Sus campos fueron adquiridos a don julián del Molino Torres por la sociedad Rosas, Terrero y Dorrego, con anterioridad a 1820.

El futuro Restaurador pasó en esta estancia una importante década de su vida, antes de ingresar definitivamente al escenario político nacional. Dicho establecimiento fue convertido por Rosas en un importante centro ganadero y agrícola, hasta el punto de que, en sus campos, trabajaban 60 arados al mismo tiempo.

En 1819 elevó al Directorio una memoria en la que proponía la fundación de una Sociedad de Labradores y Hacendados, para prestar ayuda a la policía de la campaña, especialmente en la lucha contra los indios. Y en 1820 formó en la Guardia del Monte un cuerpo de voluntarios para auxiliar al gobierno de Buenos Aires: en esta fuerza había más de cien peones de Los Cerrillos, armados y equipados a expensas de Rosas.

La disciplina impuesta por don Juan Manuel al 5° Regimiento de Milicias de la Campaña se evidenció cuando este cuerpo entró en la ciudad de Buenos Aires en aquel crítico año, para sostener a Martin Rodríguez. Desde entonces Rosas y los "Colorados del Monte" fueron sinónimos de orden.


El prestigio de Rosas

Rancho de Rosas en San Miguel del Monte

Ajeno a todo lo que no era el negocio de campo ó sus miras personales, Rosas vio sucederse tranquilamente todos aquellos acontecimientos que ensangrentaban el país y otros que debían hundirlo en la ruina. Las luchas civiles no lograron sacarlo de los Cerrillos, donde se hallaba desde que obtuvo su separación del servicio.

No me gusta la política y creo que todo el poder del mando no vale la pena de dar un galope hasta Buenos Aires. Lo que yo quiero dominar son muchas vacas y muchas leguas de sembrado.

Todas las estancias bajo la administración especial de Rosas, multiplicaron su capital en poco tiempo. La fortuna de aquella sociedad era así fabulosa. Cada puesto contaba con un gran capital y cada cosecha de cereales les dejaba una ganancia pingüe.

Rosas, no olvidaba a su familia, que vívia con opulencia. Cada tanto tiempo venía á visitar a doña Encarnación, con quien pasaba algunos días. Entonces observaba con su gran perspicacia el movimiento político y se volvía á sus estancias donde seguía el desarrollo de sus planes y la conservación de su prestigio.

Solamente con las peonadas de sus establecimientos, podía Rosas formar un ejército no despreciable para aquellos tiempos. Su prestigio había creecido de tal manera que, en los pueblos de toda la campaña se daban fiestas en su honor, invitándolo.

El que tenia un retrato de Rosas, podía decir que tenía una fortuna, pues no había fiesta ni baile á donde no fuera invitado, con la condición de llevar el retrato del patrón. Este retrato era colocado en el sitio de honor, y engalanado con cintas de vivos colores y las flores que había en la casa y se bailaba á su alrededor, no faltando paisano que le dedicara sus décimas más inspiradas y sus proclamas más graciosas.

Juan Manuel de Rosas Se puede decir que toda la campaña Sud y Oeste, se movía á la voz de Rosas sin faltar un hombre y era increíble el respeto y temor que le tenían los gauchos.

De cuando en cuando y para que lo tuvieran siempre presente, daba una carne con cuero y baile. A aunque muchas veces en estas fiestas los concurrentes llegaban y pasaban el número de mil, jamás sucedía cosa desagradable.

El que á pesar de sus esfuerzos por no hacerlo se punteaba, iba á esconderse entre los árboles o entre las matas, para que el patrón no lo viera. Ni por broma se oía habla de una pelea de consecuencia, si de robos de prendas ó pingos entre la concurrencia. Es verdad que los paísanos conocían á lo que exponían sus cuerposos cometiendo cualquiera de aquellas tres faltas, sobre todo la última.

Rosas tenía un aborrecimiento innato por los ladrones. El que era pillado robando, caía de su gracia y podía contar por seguro que se le aplicaría un castigo crudo por mano de los colorados.




Fuentes:

- Chavez, Fermín. La vuelta de Don Juan Manuel
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar


Artículos relacionados:

- Estancia San Martín
- Palermo de San Benito.
- Cuartel de Santos Lugares.
- Agroindustria en el siglo XIX.
- Política agraria de Rosas
- El Restaurador de la Leyes.


Fuente: www.lagazeta.com.ar

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