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LOS OJOS CELESTES DE JUAN MANUEL
                        

J.M.de Rosas. Sombras y verdades.     
Juan Manuel de Rosas

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Aquellos Ojos Celestes

Aquellos ojos celestes... Como los del madrigal famoso de Gutierrez de Cetina: "ojos claros, serenos". Ojos que, a fuerza de claros y serenos, se imponen como una orden. Ojos a los que uno no osaría mirar, que sin embargo mira, y cuya mirada es imposible desafiar. Espejo del alma llama el decir popular a los ojos, y a fe que tiene razón. Espejo del alma y, según esta, promesa de amor, orden imperativa, ruego de compasión, risa cruel. Porque hay miradas que son un día de sol como hay otras que todo lo nublan. Ojos de dominio o mirada de vaca mansa que a lo lejos contempla cómo pasa el tren. Aquellos ojos celestes, fueron en mi vida...Dejemos eso por ahora.

Azul celeste era el color de los ojos de Don Juan Manuel de Rosas, cerúleos, de azul neto, sin gris de acero, sin ese gris de acero o salpicado de negro que tan frecuentemente he visto en los ojos gauchos. "Ojos de inglés" los calificó más de un viajero extranjero y repitió luego, en épocas de manía europeizante y galotontería, más de un escritor argentino. Y no: eran simplemente ojos celestes pero acostumbrados a mandar, capaces de conceder, nunca de ceder, según la propia expresi6n de su dueño. Ojos de firmeza de carácter, que confunden a las personas de poco carácter, quienes suponen una cosa por otra. Como Darwin al hablar de la altiva y disoluta expresión de orgullo de los gauchos con quienes se encontró en la pulpería de Minas. Ojos que han sido lo más típico del dominador, aún para los que no lo conocieron personalmente.

Hudson, al hablar del retrato de Don Juan Manuel que adornaba la testera de la sala de sus padres, recuerda el detalle. Carlos Ibarguren termina su libro, quizá el más "hallado" y justo, diciendo: "dulcemente, al recibir la última caricia de su hija, los ojos azules del anciano empañaronse con la sombra de la muerte". Y al hacer el contraste entre los renegridos y fogosos ojos de Juan Facundo Quiroga y la mirada del Restaurador, exclama: "en las pupilas cambiantes, ora azuladas, ora glaucas de Rosas, veíase solamente, como en el mar profundo, la superficie quieta y fría que oculta la agitación interior".

El Rosas de Sarmiento (Facundo) y el de Mansilla (Rosas), el de Bilbao, el de cuantos se han ocupado de él, convergen hacia esa mirada del Comandante de Campaña de la Pampa de Buenos Aires. La iconografía entera de la época disiente en los diversos rasgos de don Juan Manuel y únicamente concuerda en la extraordinaria personalidad de la mirada del Dictador. Para mí eso tiene una única explicación: a la mirada del nacido para mandar se doblaba en este caso la fuerza de los ojos gauchos.

                        


Fuentes:

- Castagnino Leonardo.
Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Chávez Fermín. La vuelta de Don Juan Manuel.
- Franklin Mayer, Ruben (*)
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

(*) Porteño. Nació antes de 1890. Doctor en Derecho (1915), poeta y ensayista, publicó en 1944 un libro singular: “El país que se busca así mismo”. Anteriormente había dado a las prensa “Anunciación y otros poemas” (1923); “Salmos de la Estirpe” y “el Solar”, (1924); “Con Sereno Impudor”, (1925), y “Un Japonés y un Suramericano”, (1932). No llegó a editar “José Hernández, soldado civil y el último de los grandes gauchos)..

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Fuente: www.lagazeta.com.ar

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