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VISPERAS DE LA AGRESION ANGLO-FRANCESA
                          
JUAN MANUEL DE ROSAS. La ley y el orden


01 Politica imperialista
02 Con una resma de papel
03 La actitud de Rosas
04 Debate en la Legislatura
05 Fuentes
06 Artículos relacionados

Politica imperialista

Las primeras potencias (Francia e Inglaterra) venían aplicando en todo el mundo la política del cañon, del fraude, de la extorsión, de la amenaza velada o explicita, en distintas regiones del mundo, incluido Sudamérica. En todos lados habían obtenido buenos resultados, como en china, en Argelia, etc, incluida la India, donde a partir de un grupo de comerciantes ingleses, dominaron toda la nación para “defender los derechos de los súbditos ingleses”. Pero en Sudamérica se encontrarían con “un hueso difícil de roer”

Con esa política, ingleses y franceses se habían repartido vastas colonias, sin que nadie les haga sombra, salvo los americanos del norte, que recién comenzaban, y querían su parte. El complot imperialista en contra de la Confederación era continuo, creando conflictos permanentes en complicidad de unitarios y antirosistas que desde dentro desde afuera, bailaban al compás marcado por la potencias europeas.


Con una resma de papel

Hacia la década de 1840, la Confederación Argentina mantenía un conflicto con los “riveristas” uruguayos, con los emigrados unitarios y los extranjeros residentes en Montevideo. El presidente legal Oribe había sido ilegalmente desalojado por Fructuoso “pardejón” Rivera apoyado por la armada francesa, y ahora las tropas de Oribe sitiaban Montevideo apoyado por los auxiliares argentinos, mientras Rivera corría por toda la campaña disparando de Urquiza que lo perseguía, hasta darle alcance y obligarlo a presentar batalla en India Muerta, donde el pardejón en su disparada perdió poncho, chaqueta, boleadoras, documentos y hasta un pedazo de la montura, elementos que Urquiza le mandó a Rosas como trofeos.

Los ingleses que estaban interesados en una “Republica Mesopotámica” independiente que le diera la libre navegación de los ríos, y los franceses, que consideraban al Uruguay como colonia propia, venían haciendo un doble juego, presentándose como “mediadores” y amigos mientras seguían abasteciendo de armas, municiones y dinero a los riveristas. Derrotado “mascarilla” López en Santa Fe, entretenido el Gral.Paz en Corrientes y “disparado” Rivera en India Muerta, las potencias vieron que la plaza de Montevidéo no resistiría mucho más tiempo, y deciden la intervención: envían a Ouseley y Defaudis que se presentan “como mediadores amigables”, pero acto seguido comienzan las presiones y amenazas totalmente parciales.

Mientras tanto los representantes argentinos Manuel Moreno desde Inglaterra y Manuel Sarratea desde París, le informan al gobierno argentino del fracaso de la “misión Abrantes” de Brasil, que pretendía ser parte del festín, y le informan además las “agachadas” y deslealdades entre los propios ministros anglo-franceses, y de la decisión de ambos para dejar al Brasil fuera de la intervención. Enterado Rosas de los desacuerdos y deslealdades entre los aliados, comentó que para ganar la partida, “solo le haría falta una resma de papel”.

Desde Norteamérica Alvear informa que si bien los norteamericanos tenían apetencias “hasta el cabo de Hornos”, por el momento no creían conveniente crear un nuevo frente en el sur, ni ganarse la antipatía de Hispanoamérica, ya que preparaban el zarpaso a Tejas. Rosas aprovecha esta situación politica yanqui para no ganase otro enemigo, y acepta la mediación de Mr.Brent.


La actitud de Rosas

Carta Batalla de Obligado Rosas no pierde el tiempo ni la calma y refuerza con armas a Oribe y a Urquiza en la Banda Oriental, a Echagüe en Santa Fe, y a Crespo en Entre Ríos. Rosas no estaba dispuesto a retroceder “ni tranco de pollo” renunciando a la plena soberanía y el honor nacional, y con los mejores modales diplomáticos, rechaza las presiones y amenazas, hasta que le llega el “ultimátum” de los anglo-franceses.

Lejos de amedrentarse, dispone que Lucio Masilla se posicione preventivamente en Vuelta de Obligado para impedir el eventual paso de la armada anglo-francesa. Ante la imposibilidad de defender efectivamente la isla de Martín García, deja una guardia simbólica de una decena de hombres, y ordena el desalojo y traslado de hombres, provisiones, armas y municiones para refuerzo de las tropas nacionales.

Para ganar tiempo dificultando la navegación de la flota anglo-francesa, ordena hundir en los canales de los ríos embarcaciones en desuso cargadas de piedra, lo que retardaría el avance de la flota, obligada a sondear el río. Esta disposición no fue “secreta”, sino que Rosas se ocupó que la conocieran los anglo-franceses, como se desprende de la siguiente orden emitida a través Pedro Gimeno al gobernador Crespo de Entre Ríos:

Vapor "Gordon".    
Flota invasora

“No deje V.S. pasar por ahora, hasta nueva orden, buques grandes, pero... conviene que deje pasar y que vengan los chicos. Que debe decirles que no despacha por ahora grandes, porque en cuatro puntos han echado a pique buques cargados de piedras y obstruido así el canal y que por eso solo permite que vengan buques chicos, porque estos pueden venir algo desviados del canal.

Como estos buques pequeños que V.S. permite venir aguas abajo, han de comunicar esta noticia en el tránsito, si fuesen subiendo buques enemigos, sabiendo esto, irían con calma sondando por todas partes, como se ve, por lo que han estado haciendo en Martín García desde el 7 del presente hasta el 11 que aún sondaban de este lado de la boca del Guazú.

Repite, pues S.E. cuán conveniente es que los que vengan, sepan que hay en cuatro puntos del canal en el Paraná, buques a pique, y que por ello deben recostarse a los lados del canal, para no tropezar con esos cuatro puntos obstruidos.

Si encuentran buques enemigos en el tránsito le dirán lo que saben y aún lo contarán también y si de esto no se sacara la conveniencia que ya queda indicada, nada, ningún perjuicio resultaría de haber adoptado esta medida de guerra.

Pedro Gimeno (1)


Debate legislativo

Juan Manuel de Rosas Como era su costumbre, Rosas manda un informe de lo actuado a la Legislatura. Desde la sesión inicial, Lorenzo Torres dijo que aunque este era el más grave de todos los asuntos que trató la Junta, era "el más sencillo de resolver, si la independencia del país no puede ser materia de discusión, como no lo es. El gobernador no podía obrar sino como lo hizo, "sin exponerse a perder su prestigio, eclipsar sus gloriosos precedentes, y aún a hallar toda oposición por los mismos compatriotas que siempre lo han saludado como al salvador de la patria y al más firme apoyo de nuestra independencia", y propone que se declare la Sala en sesión permanente.

Al otro día, 19 de agosto, la Sala considera una Minuta de Comunicación al Poder Ejecutivo, aprobando a éste en su manejo del conflicto. El papel decía superada la arrogancia habitual de los anglo franceses en América, por la injusticia y crueldad desplegadas para ofender y perturbar a la Argentina, y califica de alevosos y pérfidos los procederes de Ouseley y Deffaudis al romper hostilidades sin previa declaración de guerra, violar los tratados existentes y faltar escandalosamente a la fe pública, "en medio de las protestas que los Gabinetes de Francia e Inglaterra hacen de cordial amistad a la Confederación. Los R.R. - decía la minuta,- "ven en estos singulares atentados el plan sangriento de atacar nuestra independencia, especulando en colonizar estas Repúblicas. Para rechazar esa pretensión, invocaba el juramento de los emancipadores y ofrecía al gobierno toda la cooperación que recabase, ofreciendo hacer hasta el sacrificio de "sus vidas y fama".

Abre la serie de los discursos el representante y a la vez oficial mayor de gobierno, Agustín Garrigós, que había de morir pocos días más tarde. Al reseñar la tortuosa marcha de la intervención, señala que ella viola, por parte de Inglaterra, los tratados anglo españoles, que establecieron derechos heredados por la Argentina. Garrigós. Se refería al tratado de 1790 sobre la bahía de Nootka por cuyo artículo 6º Gran Bretaña renunció a todo derecho de establecimiento permanente en toda la extensión de la América del Sur, para luego ocupar las Malvinas y varios otros lugares de nuestro continente. Pero, se pregunta Garrigós, "¿cuándo respetaron Inglaterra y Francia la ley internacional con el débil? Y se responde enumerando los estupros cometidos por ambas a favor de los unitarios y su incesante guerra, las invocaciones a una humanidad que, no se conmovió cuando aquellos asolaban la Argentina sino cuando el vandalaje estaba a punto de cesar. "Las monarquías del Viejo Mundo", - agrega- , "erguidas con su poder, que no nos atemoriza, porque nuestra posición geográfica y los elementos de defensa con que contamos son inmensos, miran con el mayor desprecio los Estados de este continente. Su necio orgullo les ha infundido la arrogancia de tratarnos, no como a hombres libres, sino cual si fuésemos sus humildes siervos". En cuanto a las ideas de “humanidad y civilización", parece que difieren las ideas relativas a ella, en Europa y en América:

“Allá se ejecutan aún -dice Garrigós- en las conquistas, en las guerras civiles y en las exteriores, las cruentas atrocidades, que horrorizaron el orbe hace tres siglos, cuando por primera vez pisó el extranjero las playas de este vasto continente. Si remontamos nuestra imaginación al período en que Brissot, Robespierre, Tallien, Rewbell, Danton, Maral y otros furiosos demagogos inundaron la Francia de sangre, de desolación y de horrores; y en que la guillotina derribaba diez y doce mil cabezas en un solo día, allí veremos cruelmente asesinado a su rey legítimo, el infeliz Luis XVI, y a toda su real familia.

Del mismo modo Cromwell, y sus sanguinarios adherentes hicieron estremecer la humanidad en Inglaterra. También fué allí decapitado el infortunado Rey Carlos I. El preboste Jeffreys recorría los Condados, y colocaba en ellos numerosos cadalsos. A ellos eran arrastradas las víctimas, fuera cual fuese su sexo, su edad o condición. Las poblaciones se diezmaban con zaña brutal.

Si fijamos la atención en la historia de Norte América concerniente a la guerra memorable de su independencia, y a la que sostuvieron con tanto brío en 1814 los Estados Unidos, registraremos en sus anales las más inhumanas crueldades ejercidas por los Ingleses. Ellos no daban cuartel a los bravos americanos que combatían por su libertad. Talaban los campos e incendiaban los pueblos, y no solo asesinaban sin piedad a los heridos y prisioneros, sino a personas inofensivas, respetables por su edad, y por su sexo. El furor de los Ingleses llegó al último extremo. Para excitar la matanza de los americanos, ofrecían premios pecuniarios por cada uno de sus cráneos.

En nuestros días la Francia ha hecho verter torrentes de sangre en la conquista de Argel. Allí se han visto tesoros arrebatados, ciudades ricas y fértiles comarcas convertidas en cenizas. Las poblaciones errantes y fugitivas corrían los desiertos para escapar a la voracidad de las llamas o a la carnicería de sus conquistadores. En fin, la muerte y la desolación se esparcían por todas partes. Y esta horrorosa lucha se sostiene aún por muchos años, y se sostendrá interín existan Africanos. Ellos sienten, como todo hombre, aversión intensa a sus opresores. Un solo guerrero, el intrépido Abd el Kader, con unos pocos de sus compatriotas, tan determinados como él, ha contrarrestado hasta aquí el poder de la Francia.

¿Y qué han hecho las armas británicas en la India? El proceso seguido a fines del siglo anterior al Gobernador Hastings, revela atrocidades, que exceden aún a las que cometieron los españoles en este hemisferio en la época de la conquista. No obstante, la influencia del gobierno inglés se interpuso para que quedaran sepultadas en el olvido sus maldades. En vano los distinguidos miembros de la Cámara de los Comunes, Burke, Fox, Sheridan y otros de sus colegas, hicieron grandes esfuerzos para que Hastings fuese castigado. Triunfaron las maniobras del Gabinete, y el asesino de los Príncipes de la India, el usurpador de sus riquezas, el incendiario de esos pueblos, quedó impune.

Y más recientemente ¿cual ha sido la política del gobierno británico en aquellos países? La inhumana mortandad, los desastres e innumerables estragos que han causado los ingleses en el Afganistán, han excitado justamente la animadversión universal. Las tropas británicas han destruido allí las villas, derribado las casas, arrasado las comarcas y exterminado las poblaciones. Pero muy particularmente la retirada del general Pollock fue señalada con escenas de un carácter bárbaro e inaudito. Perecieron cuantos cayeron en manos de los Ingleses; y aún cuando los incultos habitantes de la India habían respetado a los prisioneros Ingleses, estos no imitaron su ejemplo. Prisioneros, heridos, ancianos, niños, mujeres, nadie escapó al voraz incendio de las llamas. Tres ciudades enteras fueron reducidas a cenizas. Poblaciones de más de sesenta mil habitantes perecieron por el fuego y el plomo de la humanidad Inglesa. De este modo es, señores, que se conducen los filantrópicos Ingleses, cuya humanidad ha venido a transmitirnos el Sr. Ouseley!!!

Y no se crea que hablo de la edad media. La historia de esa época tiene sus páginas salpicadas de sangre. No, Señores, me refiero a hechos contemporáneos, que han tenido lugar en 1840 y 1841. Tales horrores y tan feroces matanzas e incendios se desconocían en estas regiones. Actos de barbarie semejante solo han sido cometidos por los salvajes unitarios, asociados a los extranjeros, tan turbulentos como crueles y atroces. Sin embargo, esas hordas mixtas de furiosos extranjeros y bandidos salvajes unitarios, han hallado simpatías en la culta Europa. Esos dos Gabinetes filantrópicos, que por humanidad han enviado a los señores Ouseley y Deffaudis a una misión de paz y amistad, para la cual tenían a sus órdenes veinte buques de guerra; esos dos Gabinetes, decía, han dado su apoyo y protección a esos rebeldes sanguinarios, contra autoridades legales que estaban en paz con sus Gobiernos”.

"Con todo, -agrega el orador-, los argentinos no retallaron contra esas hostilidades, y en consecuencia, muchos extraviados se pasaron a la buena causa; y el país está lleno de ex enemigos, que gozan de perfecta seguridad".

En seguida pregunta a Francia, cuya prensa execró las atrocidades inglesas en la India, por qué no intervino para evitarlas; y a Inglaterra, por qué no impidió las crueldades francesas en Argel, qué ella había denunciado ante la opinión mundial. Ambos países siguen el principio de que la repulsa de una mediación no agravia al mediador, pero en América aplican el opuesto. Los europeos alegan la independencia oriental, pero nadie la amenaza más que ellos. La generosidad argentina abona la verdad de su afirmación de respetar dicha independencia. "La República Argentina ha dado siempre pruebas inequívocas del más noble desprendimiento. Su ambición se ha limitado a extender sus brazos fraternales a los pueblos oprimidos para que la libertad y la independencia triunfen en todas partes." El gobierno argentino "no interviene en lo mínimo en el uruguayo. Cuanto al derecho de intervención, fue repudiado por Burke, Guizot, Holland, Grey, Peel, etc. pero Ouseley y Deffaudis lo ejercieron a favor de la facción montevideana, un hato de mendigos de protectorados. De su tortuosa marcha, parece resultar que los gabinetes europeos se proponen "perpetuar en estos países la guerra civil para debilitarlos e impedir que esta parte del Nuevo Mundo llegue a la altura y respetabilidad de otros Estados Americanos; o que prevaleciese en sus consejos la infernal máxima de Maquiavelo: Divide et impera”

La verdad es que las potencias europeas quieren aplicar a Sur América una tiranía naval espantosa, - dice Garrig6s- y narra los episodios salientes de los atentados cometidos por Francia e Inglaterra contra Méjico, Perú, Venezuela, Colombia, Chile, Brasil, América Central.

Señala Garrigós a los países hermanos la comunidad de causa entre todas las naciones del continente, y dice que la resistencia destruiría el comercio anglo francés con América; y que otros países nos darían retornos comerciales. "Los interventores parecen haber olvidado los antecedentes de la Nación Argentina. Inglaterra miró impasible el bombardeo, el asalto y la entrada de Espartero en Barcelona, y Francia, que se humilló ante Norte América, Rusia y Austria, sólo es arrogante con las Repúblicas del Plata, o los países de la América del Sud".

"Los ingleses violan el tratado de 1825, los franceses el de 1840. Las simuladas desconfianzas hacia la política argentina en el Uruguay, no tienen razón de ser, mientras que sí la tienen las que inspira la ambición anglo francesa en esta parte del mundo; la ocupación de las Malvinas, la usurpación inglesa en las costas del Brasil, y el asunto de la Mosquitia, con el ruidoso pleito entre Inglaterra y Francia por Taití, lo prueban. Las hostilidades europeas contra el Plata afectan a toda la América. En cuanto a las posibilidades de la empresa ofensiva, los estadistas europeos jamás se hicieron ilusiones al respecto, pero sus agentes en ultramar siempre las creen grandes".

Garrigós recuerda la cuestión de 1838, y la de 1843, pero dice que, "sea cual sea la conducta de Europa y de América ante el problema, la Argentina jamás cederá. No es la primera vez que la ambición extranjera intentó adueñarse de este suelo; y fracasó. Antes de terminar, el orador señala la ingratitud de gran parte de la población extranjera establecida entre nosotros, que ha disfrutado de tanta liberalidad y protección, mientras en casos similares, ni los franceses ni los ingleses se portaron como nosotros.

Los representantes que siguieron a Garrigós en el uso de la palabra, no podían agregar mucho a su planteo jurídico y político, en el que todos estaban de acuerdo, pero alguna observación sagaz, alguna página incisiva quedaba por formularse, y en cada uno de los discursos algo se puede espigar.

Eustaquio Torres señaló la tentativa de fundar una colonia francesa en Montevideo. Luego se refiere a la ofensiva la pretensión europea de exigirnos la retirada del Uruguay; y señala que "las potencias nos reconocen como independientes y nos quieren tratar como esclavos. Inglaterra habla de proteger a sus súbditos aquí residentes,... ¿cuáles sufrieron el menor daño? Todos sus agentes y todos sus súbditos reconocen la protecci6n que Siempre se les dispensó en la Argentina. Los interventores invocan los intereses del comercio mundial, y son ellos quienes los comprometen al prolongar la guerra que estaba a punto de acabar después de India Muerta. Torres sintetiza muy bien la perfidia europea, cuyos gabinetes nos mentían amistad y respeto a nuestros derechos, y los hacían negar por sus jefes navales, para prolongar la guerra y luego tomar esa prolongación como un motivo para intervenir, "arrebatándonos los frutos de Arroyo Grande e India Muerta. Un hecho repetido dos veces no puede ser fortuito. Pero la Argentina ha demostrado su capacidad para ser independiente.

Lorenzo Torres dice tener hace tiempo opinión formada sobre la duplicidad europea, que no explayó cuando los atentados de Purvis, por no ser tal vez oportuno hacerlo. Recuerda la indignación argentina de entonces, la que, a no ser por Rosas, se habría traducido en una matanza colectiva de extranjeros, como las que han ocurrido en las humanas Francia e Inglaterra bastante a menudo. No podía suponerse que una nación amiga no castigase a su arbitrario agente; pero los paquetes iban y venían, “tenía Inglaterra tiempo para avisarnos que había parido la Reina, que se había casado un príncipe, y que había muerto otro, y no lo tuvo para satisfacernos, ni contestarnos, ni contener a su súbdito... La Inglaterra no podía excusarse... ella simpatiza con el atentado de su súbdito".

Luego narra Torres la disfrazada intervención inglesa, que empezó en 1842; que Inglaterra respetó el imperfecto bloqueo decretado por Leblanc, mientras rechazaba el perfecto de la Argentina sobre Montevideo. Que Inglaterra no se ofendió con Francia en 1838 porque ésta rechazara su mediación; pero se ofende con nosotros porque le rechazamos otra cuyo rechazo ya había aceptado la primera vez que la ofreció. Hoy quieren algo inaceptable; que el vencedor se humille ante el vencido, después de largos años de guerra. La intervención disimulada no cesó un momento. Aunque aparentemente reprimida por la prudencia y energía de Rosas, siguió, reprobada en apariencia por los soberanos europeos, pero ejercida por sus agentes y súbditos en el Plata; entretanto los residentes franceses e ingleses eran protegidos en Buenos Aires y vejados en Montevideo, pero los humanos europeos no chistaban contra Montevideo y los súbditos vejados sufrían sus desgracias en silencio, mientras las quejas contra Buenos Aires, donde disfrutaban de la mayor seguridad y protección, eran incesantes.

Purvis burlaba las órdenes de su gobierno y éste lo relevó, no por sus atentados, sino cuando llegó el término de su estación. Semejante doblez quita toda autoridad a los europeos para invocar la civilización contra nosotros. Ouseley y Deffaudis se presentaron como pacificadores, y los almirantes Inglefie1ds y Lainé como hostilizadores:

“Negarnos el derecho de bloqueo, -dice Lorenzo Torres- privarnos del ejercicio de este derecho, es negarnos nuestra soberanía, es desconocer nuestra independencia, es pretender erigirse en amos nuestros, es el insulto más inaudito. Preferible es, Señores Representantes, que nuestra nación desaparezca del mundo, antes que ceder. Pero qué digo ceder. ¡Ceder, Señores! ... Si el Exmo. Sr. D. Juan Manuel de Rosas; permítaseme esta hipótesis tan injuriosa al primer patriota, a un patriota cuya vida está identificada con la vida e independencia de nuestra patria; si el Señor Rosas, digo, hubiera sido capaz de ceder en esta cuestión, habría caído maldecido, tanto cuanto es amado, desde la altura a que lo han elevado su patriotismo y sus virtudes. De tal naturaleza es, Señores, la presente cuestión. Si como apóstoles de la humanidad aparecen hoy en nuestro país los señores Ouseley y Deffaudis ¿por qué se oponen a la terminación de la guerra? ¿Por qué prolongan esta? ¿No ven esos Ministros, no han visto esas mismas fuerzas navales, que si fuertes como aleves en la mar, impotentes cobardes son en nuestra tierra para pretender dar el triunfo al vencido? ¿No han visto que en dos años de auxilio a nuestros enemigos, siempre el triunfo coronó nuestros esfuerzos? ¿No han visto que en ese período de dos o tres años, sólo han dado su auxilio e intervención el triste resultado de prolongar la guerra, de hacer derramar la sangre, de arruinar estos países, y verse confundidos en el polvo con sus protegidos? Y entonces, Señores ¿por qué insultan a la humanidad y civilización, invocándolas para empezar una guerra ya concluida, y asolar a dos naciones amigas, que aunque jóvenes, son iguales a las más poderosas y antiguas del mundo?"

Por último Lorenzo Torres considera el argumento que sirve de pretexto a los interventores: la independencia oriental. “Pues bien, el actual gobierno argentino fue el que más la respetó, sobre lo que no tienen la menor duda los mismos interventores, aunque la fingen para amenazar ellos mismos la independencia oriental. ¿Por qué no se interpuso Inglaterra en 1838 entre Francia y el Uruguay? Pero ¿a qué citar hechos? La historia de Francia e Inglaterra es un tejido de contradicciones, de guerras sangrientas, de atrocidades políticas. Torres enumera los motivos que la Argentina, asolada por Rivera, tenía para seguir haciéndole la guerra, en respuesta a su agresión no provocada. Los ministros que vienen a pelear una guerra de piratas, sin declararla, no saben las consecuencias de la que han provocado. El tratado del 25 está roto; ellos lo violaron; lo mismo rige con los franceses y el del 40”. De paso el orador caracteriza a los ingleses, como similares a los turcos, en hacer la guerra sin declararla. Recuerda el atraco a Tolón en 1755, a las fragatas españolas en 1804, y a la flota dinamarquesa en 1808. “La civilización que invocan los europeos es su interés, su afán de influencia sobre la Argentina y el Uruguay que los guía. Pero conocen mal a Rosas. Los Ministros europeos vinieron a abrir de nuevo una guerra que estaba al concluir; preciso es que la Argentina se prepare para ella”.

Eslabones originales de las cadenas de Obligado.    
(Peso: 3.100 gr./ Largo: 23 cm./Ancho: 14 cm./ Espesor: 33 mm.)    
Eslabones originales de la batalla

El legislador Irigoyen, en breve y hermosísimo discurso, recuerda que asistió a la barra del congreso que declaró la independencia, para señalar que ésta nació en medio de los peligros, pero que los peligros tendrían que ser mucho mayores que el presente para hacerla perecer, y que aun cuando algún contraste comprometiera la independencia, pese a todo, “el deber de un ciudadano es hundirse bajo sus ruinas, sin haber omitido sacrificio alguno para salvarla. ¿Qué sería de nosotros si cediéramos a los extranjeros? Desde Córdoba hasta Colombia están sembrados los campos de cadáveres argentinos, por defender la independencia de la patria; todos se conmoverían si vieran en nosotros la menor debilidad".



(1) Archivo de la Nación Secretaría de Rosas, IM, a. V, e. CXXII, A. 2, Nº 1, citado por Evaristo Ramírez Juárez, en Conflictos diplomáticos y militares en el Río de la Plata, P. 137. ed. cit, p. 112.



"Del Cardal" - Alfredo Zitarrosa


Fuentes:

- Irazusta Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas.t.V.p.209-212)
- Archivo de la Nación Secretaría de Rosas, IM, a. V, e. CXXII, A. 2, Nº 1
- Castagnino L. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Castagnino L. Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

                          

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Fuente: www.lagazeta.com.ar

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