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CAMPAÑA DEL ALTO PERÚ - LOS "AUXILIARES ABAJEÑOS"
                          

Obras de Leonardo Castagnino (01) Las cuatro ejércitos
(02) Haciéndose fama...
(03) El saqueo de Potosí
(04) Fuentes
(05) Artículos relacionados

Los cuatro ejércitos

El Alto Perú, que pertenecía al Virreinato del Río de la Plata, desde un primer momento se mostró mayoritariamente partidario de la revolución para librase del yugo español. El entusiasmo había desencadenado sublevaciones en Chuquisaca, Potosí, Cochabamba y La Paz. Sin embargo el mal proceder de las tropas “abajeñas” cambiaría esta predisposición de la población, que fue aprovechada por los realistas.

Cuatro fueron los ejércitos “abajeños” que fueron para apoyar la revolución en el Alto Perú: El primero comandado por Balcarce aunque dominado por Castelli; el segundo al mando de Belgrano; el tercero a cargo de Rondeau; el cuarto a órdenes de Araoz de Lamdrid. Los cuatros fracasaron en el intento, y en gran medida por la mala predisposición que despertaron en gran parte de la población.


Haciéndose fama...

“¿Cómo contribuyo Castelli a esta adhesión y activo trabajo del clero y de los pueblos que arrastrados por el ejemplo de sus pastores se plegaba a la revolución? Vergüenza nos da decirlo que, al fin, somos argentinos: de la manera más impolítica e innoble que imaginarse pueda. Escandalizó a la sociedad con sus orgías y crápulas y provocó indignación general, encaneciendo el sentimiento religioso, tan arraigado en aquellas comarcas, sin distinción de clases ni de jerarquías” (Omiste, Modesto. Memoria histórica de los acontecimientos políticos ocurridos en Potosí en 1811. La Paz, 1926)

A esto contribuyó grandemente el secretario de Castelli, Monteagudo, de ideas anticlericales, que entre otras cosas llego a blasfemar desde el púlpito de la iglesia de Laja. Corrieron rumores de profanaciones en al iglesia de Viacha y que algunos oficiales alcoholizados habrían arrancado y arrastrado una cruz en son de burla, hasta la Plaza Mayor de Charcas.

Castelli, comisionado por el gobierno de Buenos Aires, usa métodos extremos. Fueron pasados por la armas sin miramiento alguno personalidades importantes de Potosí, como el presidente de la Audiencia, Nieto, el alcalde de Paula y Sanz y el general Córdoba. Este proceder violento puso en mala predisposición a criollos y españoles que se habían mostrado simpatizantes de la revolución.

“Castelli debiera responder por todos sus actos, desde el primer paso que dio en el Alto Perú, donde encontró un país unido e hizo cuanto es dable hacer para dividirlo; exacerbó todas las pasiones, cuando todas las pasiones estaban dormidas. No supo aprovechar ni cimentar la opinión que se pronunciaba favorablemente unánime, y sopló todos los resentimientos para dividir a los pueblos en bandos opuestos. Le vino la ruina y el descrédito por usar de un poder despótico y sanguinario, cuando en nada hallaba resistencia, y se quejaba de la desgracia que no era más que su propia obra” ( Urcullo Manuel. Apuntes para la historia de la Revolución del Alto Perú, hoy Bolivia, por unos patriotas. Sucre, 1855-1856)

Los errores militares de los patriotas y la desilusión de la población y de los caudillos hacia las tropas “abajeñas”, son hábilmente aprovechadas por Goyeneche, que derrota completamente a los patriotas en Huaqui.

La desorganización, el hambre y el desorden de los derrotados, provocan excesos y depredaciones que predisponen a gran parte de la población contra los patriotas. Cuando las tropas de Castelli entran en desbande en Potosí, la población ya estaba mal predispuesta, y un hecho viene a agravar la situación; según informa Juan Martín de Pueyrredón, gobernador de Chuquisaca, un soldado “abajeño” pretendió violar a una mujer, pero su marido salió en su defensa. La batahola se extendió a soldados y paisanos que dejaron un saldo de alrededor de 150 soldados y otros tantos pobladores muertos en las calles de Potosí.


Saqueo de Potosí

Como si esto fuera poco, para proveer al ejército, Pueyrredón decide saquear la Casa de la Moneda de Potosí. El 26 de agosto de 1811, Pueyrredón había pedido a las autoridades la entrega de 400 mulas para trasladar los caudales hasta Tupiza, supuestamente para protegerlos de Goyeneche, pero no tiene mejor idea que hacerlo a media noche, mientras la población dormía.

“El populacho dormía – informa Pueyrredón a Buenos Aires-. Serían las cuatro y media de la mañana cuando hice mi salida, ordenando estrictamente el mayor silencio en la tropa, y mandando quitar todos los cencerros a las recuas para que el ruido no advirtiese de mis movimientos a los que ya miraba como mis enemigos”.

“Cuando al amanecer del 27, se esparció la noticia de lo sucedido, la indignación se apoderó de los habitantes de la ciudad. Se tocó alarma, las campanas fueron batidas a rebato. Rápidamente se formaron partidas para salir en persecución de los fugitivos. Pero estos estaban bien armados, y al aproximarse los improvisados grupos de ciudadanos potosinos que intentaban detener a la caravana e impedir el despojo, formaron cerrado orden de batalla, disparando sus armas contra los paisanos. Varias veces se produjo el intento. Hasta cerrar la noche, la guardia porteña sintió la proximidad de los hombres que los hostilizaban. Todavía a lo largo del camino los autores del secuestro fueron atacados continuamente. Pueyrredón buscó caminos desviados, combatiendo a cada paso con montoneras y emboscados, para escapar de los asaltos. Al llegar a Tarija, la recepción fue no menos hostil, debiendo ser tomada la población violentamente, causando un elevado número de bajas ente los pobladores” (Siles Salinas, Jorge. La independencia de Bolivia. Mapfre, Barcelona, 1992)

Los caudales llegaron a Orán, en territorio argentino, y sirvieron para equipar y organizar el segundo ejército auxiliar a las órdenes de Belgrano.

Belgrano luego trataría en cierta forma de revertir esta mala predeposición de la población, dando inclusive oficios religiosos en las poblaciones donde pasaba, pero el daño estaba hecho. Así hicieron parte de “la buena fama” en el Alto Perú.


Fuentes:

- Omiste, Modesto. Memoria histórica de los acontecimientos políticos ocurridos en Potosí en 1811. La Paz, 1926
- Siles Salinas, Jorge. La independencia de Bolivia. Mapfre, Barcelona, 1992
- Arguedas, Alcedes. Historia general de Bolivia. La Paz. 1980.
- Arze Aguirre, Rene. Participación popular en al independencia de Bolivia. Don Bosco. La Paz, 1979.
- Bidondo, Emilio A.: La guerra de la independencia en el norte argentino. Eudeba. Buenos Aires. 1976.
- Finot, Enrique. Nueva historia de Borlivia. La Paz, 1948.
- Gammalson Hialmar, Edmundo. Juan Martín de Pueyrredón. Buenso Aires, 1968.


JUAN MANUEL DE ROSAS. La ley y el orden Artículos relacionados:

- La separación del Alto Perú
- La Logia Lautaro
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- San Martin y la Masonería
- La campaña Libertadora
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Fuente: www.lagazeta.com.ar

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