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GUERRA DEL PARANÁ

(Del libro "LAS INVASIONES INGLESAS - 1806 a 1870", de Leonardo Castagnino)
                          


JUAN MANUEL DE ROSAS. La ley y el orden


01 Politica inglesa
02 Politiqueria francesa
03 Intrigas del imperio brasileño
04 Traición de los salvajes untiarios
05 La Confederación Argentina
06 El eslabón de Obligado
07 Visperas de la guerra
08 La chispa
09 Leña al fuego
10 El incendio
11 Regreso sin gloria
12 Fuentes
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La política inglesa

A partir de la independencia, Inglaterra maniobraba política y diplomáticamente para ser la heredera de España en América, por la fuerza o la dominación económica.

Castlereagh opinaba que respecto a la América del Sur “parece ser indispensable que no nos presentemos a ninguna otra luz que no sea aquella que nos muestre como auxiliares y protectores” “el particular interés que deberíamos tener aquí seria el de privar a nuestro enemigo de uno de sus recursos capitales y de abrir a nuestras manufacturas los mercados de ese gran continente” (Castlereagh, secretario de estado durante la invasiones inglesas.) no obstante lo cual no le impidió a los ingleses invadir dos veces Buenos Aires, hacer jurar fidelidad a su rey y llevarse el tesoro real para repartirse entre la oficialidad como botín de guerra, usurpar las islas Malvinas y luego bloquear sus puertos de la Confederacion, secuestrar la flota, invadir territorio y cometer toda clase de tropelías.



Después de reconocer Inglaterra la independencia de las colonias latinoamericanas en la época en que el grupo rivadaviano concertaba el primer empréstito con la Baring, George Canning opinaba en 1825 que "La cosa está hecha, el clavo está puesto. Hispanoamérica es libre y si nosotros no gobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa". (Historia universal. Editorial Daimon).

“La disposición de los nuevos estados americanos es altamente favorable para Inglaterra. Si nosotros sacamos ventaja de esa disposición podremos establecer por medio de nuestra influencia en ellos, un eficiente contrapeso contra los poderes combinados de EEUU y Francia, con quienes tarde o temprano tendremos contienda” (George Canning), y refiriéndose a la era napoleónica dice “Vuestra sea la gloria del triunfo, seguida por el desastre y la ruina; nuestro sea el tráfico sin gloria de la industria y la prosperidad creciente. La edad de la caballería ha pasado y le ha sucedido la edad de los economistas y calculadores”. No era mentadidad de caballeros, sino de mercaderes. Estas opiniones de Canning no impidieron a Inglaterra la utilización de la fuerza para intentar forzar la libre navegación de los ríos interiores y el bloqueo de Bs.As., aunque no con la caballería, por cierto, ni aliarse a Francia en el intento.

“Es una política estrecha mirar a este o el otro país como destinados a ser los perpetuos aliados o los eternos enemigos de Inglaterra. No tenemos perpetuos aliados ni eternos enemigos. Nuestros intereses son lo perpetuo y lo eterno.” (Declaraciones de Lord Palmerston en el parlamento inglés durante el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata, 1848)

El tratado anglo-argentino de 1825 establecía la “reciprocidad” para los habitantes de ambos estados de “...gozar respectivamente de la franquicia de llegar segura y libremente con sus buques de carga a todos aquellos parajes, puertos y ríos de dichos territorios...” como si los buques argentinos pudieran navegar por el Támesis para competir con los textiles ingleses de Manchester o de Liverpool. Este tratado, disfrazado de reciprocidad, simplemente garantizaba la protección de su comercio y justificaba la utilización de la fuerza si no se cumplía.

El desarrollo industrial obligaba a los ingleses a buscar mercados donde extraer materias primas, y colocar sus excedentes industriales y mano de obra desocupada. (Ver: Historia de los ingleses)


La politiquería francesa.

Socia y adversaria de Inglaterra en otras latitudes, Francia había fracasado con su intervención de 1838 en el Río de la Plata, y se presentaba ahora de la mano de Inglaterra para lavar su vergüenza. En el Parlamento francés se refería a Montevideo como “su colonia”, y Thiers, fusilador de miles de franceses, fogoneando la intervención se escandalizaba en el parlamento por “los crímenes de Rosas”.

Imperialismo brasileño


Intrigas del imperio brasileño.

A esta situación geopolítica se agregaba la histórica actitud expansionista del imperio brasileño, que maniobraba con intrigas sobre las provincias argentinas, fomentando divisiones internas para debilitar y segregar territorios para cumplimiento de sus sueños de avance sobre la cuenca del Plata. (Ver: Confesiones del imperio)

Ante la actitud paraguaya de “provincia rebelde”, que separada de la Confederación se mantenía encerrada en si misma, Brasil fomentaba la discordia con el gobierno de Buenos Aires. En principio le ofreció formar un ducado adherido al imperio, y ante la negativa paraguaya se apresuró reconocerle la independencia como una forma de debilitar la Confederación y aumentar la influencia del Imperio sobre el Paraguay. Rosas, elegantemente pero con firmeza, negó el reconocimiento, dando entre otros argumentos “Que el Brasil se habría de apresurar a reconocer la independencia de la República en razón de tener iguales producciones…” “Que el Brasil era capaz de perjudicar al Paraguay, fomentando hasta la correría de los indios con armas” y “Que reconocida la independencia del Paraguay, se llenaría de Ministros y Cónsules extranjeros, que procurarían envolverlo en cizaña, como acontecía con Buenos Aires, y hasta conquistarlo, si pudiesen”. (Ver “Rosas y el Paraguay”)

También operaba el Imperio sobre la Banda Oriental, que era parte de las Provincias Unidas de Río de La Plata. Y lo era por su historia, su tradición y su voluntad. Agredida e invadida por el Imperio brasileño con la complicidad de ciertos hombres de Buenos Aires, la mantuvo sojuzgada.

El 25 de agosto de 1825 la Honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental “Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida á la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y sujetándole al yugo de un absoluto despotismo desde el año de 1817 hasta el presente de 1825. Y por cuanto el Pueblo Oriental, aborrece y detesta hasta el recuerdo de los documentos que comprenden tan ominosos actos,…” y acto seguido expresa su libre voluntad declarando que “Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida á las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen, manifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de las dichas Provincias” (Ver: "Politica tortuosa")

Pero el Imperio consideraba a la Banda Oriental "la llave del plata" y no soltaría su presa, hasta que en 1827 las armas argentinas vencen completamente a las imperiales en Ituzaingo. Al triunfo de las armas argentinas le sucede una escandalosa derrota diplomática, pues en la Convención de paz, el Imperio logra imponer entre otras cosas el reconocimiento argentino de la separación definitiva de la Banda Oriental y de la libre navegación de las aguas del Plata. (Art. 1, 2, 3 y adicional) Esta escandalosa capitulación provocaría la precipitada huida de Rivadavia y derivaría en el posterior derrocamiento de Manuel Dorrego y su fusilamiento, gobernador legal de la provincia de Buenos Aires, incentivada por los complotados unitarios.


Traición de los salvajes unitarios.

A esta compleja situación, debe agregarse la más repugnante, como era la constante intriga de los emigrados unitarios, que llevados por un odio enfermizo a Rosas, conspiraban contra su patria desde Montevideo, Chile y Bolivia, sin reparar en métodos para provocar la discordia, fogoneando las luchas y guerras civiles durante años y hasta buscando alianzas con los enemigos externos de la Confederación. Sus cabecillas no tienen reparo en fomentar la ocupación chilena de Magallanes, la escisión de las provincias mesopotámicas y hasta viajar a Europa a gestionar la intervención armada contra su Patria, con la promesa de formar una nueva república que les garantizara la libre navegación de los ríos de la cuenca del Plata...


La Confederación Argentina

Por largos años las provincias argentinas se habían mantenido en constantes luchas internas. La pretendida hegemonía porteña no lograba imponerse sobre las demás.

Rosas recibió el gobierno en años de plena anarquía, pero su fina inteligencia y tenacidad lo llevarían a un hecho fundamental, como lo fue el Pacto Federal de 1831, al que fueron adhiriéndose las demás provincias. Estanislao López se hacía cargo de la jefatura del ejército y las provincias cedían al gobernador de Buenos Aires la Representación de Relaciones Exteriores, que lo convertían en un virtual presidente. Rosas utilizó su intuición y fina diplomacia para limar asperezas y celos entre gobernadores y caudillos del interior, y al cabo de los años la Confederación contaba con un ejército organizado, y una economía saneada y en franca expansión.

Rosas era una barrera infranqueable para muchos. Inglaterra y Francia no podían atropellar a Rosas como lo hacían en Africa o en el lejano oriente; los brasileños veían impedida su expansión histórica, y hasta amenazada su integridad por las rebeliones de la provincia de Río Grande do Sul, que mirando el ejemplo argentino proponían integrarse a la Confederación; los unitarios veían en Juan Manuel de Rosas, apoyado por el pueblo, un impedimento sólido a sus pretensiones.


El eslabón de Obligado.

Eslabones originales de las cadenas de Obligado.    
(Peso: 3.100 gr./ Largo: 23 cm./Ancho: 14 cm./ Espesor: 33 mm.)    
Eslabones originales de la batalla

De la breve reseña anterior, podemos deducir fácilmente que los hechos de Vuelta de Obligado no fueron producto de un hecho fortuito, de un error diplomático, o una acción desgraciada o aislada: por el contrario, Vuelta de Obligado no fue más que el eslabón de una cadena, de una serie de acciones diplomáticas y de fuerza cuyo objetivo no era otro que la dominación de la cuenca del Plata, a costa de desmembrar el territorio nacional. Los eslabones de esa cadena fueron, entre otros, la separación del Paraguay y de la Banda Oriental, las luchas civiles de la provincias, el derrocamiento de Rosas en Caseros por al acción traidora y la complicidad brasileña y unitaria, la invasión a la Banda Oriental en vísperas de la guerra de la Triple Alianza, y la represión de la revolución jordanista en Entre Ríos, ultimo bastión federal.


Las vísperas de la guerra

Fructuoso Rivera había destituido al presidente legal uruguayo Manuel Oribe, y como siempre, intrigaba obteniendo ayuda económica de todos. Dilapidaba los fondos sin actuar, estafando alternativamente sin escrúpulos a todos por igual. Este caudillo anarquista vivía de los subsidios franceses, que le daban con generosidad o le negaban con tacañería según los sirviera o traicionara. Una frase de Lavalle sintetiza la personalidad de esta gaucho taimado: “Ofrece 1.500 hombres que no puede dar, por 200 mil patacones que desea recibir”.

Por su parte, el general Paz referirá lo dicho por el científico Aimé Bompland, allegado de Rivera, quien le decía; “El general Rivera me ha referido hechos de su mocedad que no le hacen honor, como si no se apercibiera que, tan lejos de ser una virtud, debieran causarle vergüenza. Me refería un día que, de acuerdo con otro pillo, hicieron una expedición a un pueblo de su país llevando secretamente una partida de barajas o naipes compuestos, con los que desplumaron inhumanamente a todos los aficionados. Otra vez hizo otra excursión a correr carreras donde, corrompiendo a los corredores de profesión, hizo que sus caballos, que no eran mejores, llevasen el vencimiento de tosas las carreras. Lo más singular es - continuaba – que lo decía con un aire de satisfacción que probaba estar lleno de orgullo de ella dentro de si mismo”.

Juan Manuel de Rosas El “pardejón” Rivera, como lo bautizara Rosas, no logra sacarle a Francia una formal declaración de guerra, pero obtiene de éste una fuerte suma de dinero, que malgasta sin tomar acciones serias. Enemigo de Rosas, don “frutos” estaba exultante porque Rosas, con tantos problemas, sería destituido en cualquier momento. En el tratado correntino-uruguayo de 1838 decía que la alianza se haría pública al producirse la declaración de guerra de Rivera a Rosas.

Los emigrados unitarios de Montevideo intrigaban por todos los medios contra Rosas. El 7 de marzo de 1839, una comisión formada por el cónsul francés Roger y el uruguayo Andrés Lamas, se corre precipitadamente hasta el Durazno encargada de hacerle firmar a Rivera el decreto de declaración de guerra a Rosas, antes de que aquel se enterara de la derrota boliviana en Yungay, conocida el día anterior en Montevideo. La comisión, llegada al Durazno ubica al “pradejón” en un baile de máscaras, disfrazado de moro, en casa de Martín García, vecino de la ciudad.(Irazusta Julio. Vida politca de J.M. de Rosas.t.III.p.213)

Rivera recibió a la comisión con la máscara puesta, y sin sacarse lo guantes firma la declaración de guerra sin leerla, para volver al baile ni bien se marchó la comisión. Así, entre dos compases de danza, el imperialismo francés y sus agentes del Plata jugaban la suerte de nuestros pueblos, en un momento decisivo de su historia. El pronunciamiento de Berón de Astrada dejaba de ser una rebelión interna para convertirse en una conjura con el enemigo exterior.


La chispa

En diciembre de 1842, tropas orientales y argentinas derrotan completamente a las tropas riveristas en Arroyo Grande, y al mando de jefes orientales cruzan el río Uruguay y se dirigen a Montevideo, a la que sitian, al mando de Manuel Oribe.

Entonces Rosas, en uso del derecho de país beligerante contra una fuerza que le había declarado la guerra en 1839 e invadido su territorio, ordena al Almirante Guillermo Brown que bloquee los puertos orientales.

Los diplomáticos ingleses acreditados en Buenos Aires aceptan la medida, pero sin embargo no es respetada por el jefe de la estación naval John Brett Purvis ni por el almirante James Inglefield, y en un acto inverosímil para una potencia neutral, se apoderan de la flota argentina, en un hecho que se conoce como “El robo de la escuadra”.

Los jefes navales ingleses talvez creyeran que actuaban impunemente contra “un Yeneral de Costa Pobre”, pero en cambio tenían al jefe de la Confederación Argentina, al frente de un pueblo libertador de tres naciones, y acostumbrado a los sacrificios y cientos de combates y batallas.

Almirante Guillermo Brown (1777-1857).    
(biografía)

Rosas se dirige directamente a Lord Aberdeen, ministro de relaciones exteriores de Gran Bretaña, y obtiene el reconocimiento del bloqueo por parte de Londres, junto con la desautorización de Purvis. Pero los almirantes mantienen su actitud agresiva.

El procedimiento inglés nos resuelta conocido; un alocado almirante provoca un acto inaudito, y si le sale bien, él recibe un ascenso y Su Majestad los beneficios, y si en cambio le sale mal, la diplomacia lo desautoriza. Pero en éste caso se enfrentaban a una voluntad férrea, tenaz, inteligente y sagás, que no retrocedería un tranco de pollo en cuestiones de soberanía. El territorio era intocable y la navegación de los ríos no era negociable, tal como se establecía y respetaba en otras latitudes.


Leña al fuego.

Hasta ese momento las cosas podrían haberse resuelto con una disculpa diplomática por parte de Inglaterra, como sucedió en oportunidades similares en distintos lugares, pero a partir del episodio otros interesados se ocuparían de agregar leña al fuego. El imperio de Brasil veía con buenos ojos la intervención europea para librarse de la infranqueable muralla a su expansión sobre el Plata, representada por la figura de Rosas. Por su parte los unitarios de Montevideo veían la oportunidad de valerse del buscado aliado contra su adversario político, y a través de agentes en Europa fogonean la intervención. Los comerciantes de Liverpool y Manchester presionan al gabinete para que defiendan sus intereses comerciales en la Plata, y en el gabinete francés se pronuncian encendidos discursos patrioteros contra el tiranuelo del Plata que no les daba el brazo a torcer.


El incendio.

El incendio envuelve al Plata: Inglaterra, Francia, Brasil Paraguay, Corrientes, una fracción oriental y hasta traidores unitarios, todos complotados contra la Confederación. Pero Rosas no entra en pánico. Por el contrario, con serenidad, paciencia, astucia y energía, actúa y maniobra hábilmente, preparándose para lo peor, y al tiempo que trasladaba la guerra diplomática, propagandística y legal a Europa por intermedio de sus representes diplomáticos y la prensa europea, se prepara para resistir localmente: “Si pretenden ocupar Buenos Aires, deberán conformase con un montón de escombros”.

Rosas ordena artillar las barrancas de Vuelta de Obligado, un recodo del Paraná de dificultosa navegación a vela. Una hilera de botes y barcazas sostienen unas cadenas que cruzan el río de ochocientos metros de ancho en ese punto, como símbolo de soberanía. Destaca 2.500 hombres al mando del general Lucio Mansilla, y jefes como el artillero Juan Bautista Thorne. Las armas nacionales eran inferiores en poder y numero que la de los invasores, y las tropas no eran suficientes para impedir el paso, pero estaban dispuestas a dar un escarmiento al enemigo, y dejar en claro que las aguas interiores de la Confederación no podían navegarse impunemente bajo una bandera que no sea la nacional.

Lucio Norberto Mansilla (1792-1871).    
Acuarela de C.E.Pellegrini.    
Museo Histórico Nacional.    

La escuadra invasora al mando del inglés Charles Htoman y el francés Tréhouart, fuerte de barcos a vela y vapores de guerra con cien bocas de fuego y obuses “Paixahan”, navegan aguas arriba del Paraná protegiendo un convoy de noventa barcos mercantes. Las fuerzas eran desproporcionadas respecto a lar armas nacionales, de menor número y alcance, pero el paso no les resultaría gracioso.

El general Mansilla arenga a las tropas nacionales:

"Milicias del Departamento del Norte ! Valientes soldados federales, defensores denodados de la Independencia de la República y de América !

Los insignificantes restos de los salvajes traidores unitarios que han podido salvarse de la persecución de los victoriosos ejércitos de las Confederación y orientales libres, en las memorables batallas de Arroyo Grande, India Muerta y otras, que pudieron asilarse de las murallas de la desgraciada ciudad de Montevideo, vienen hoy sostenidos por los codiciosos marinos de Francia e Inglaterra, navegando las aguas del gran Paraná, sobre cuyas costas estamos para privar su navegación bajo otra bandera que no sea la nacional... Vedlos, camaradas, allí los tenéis...! Considerad el tamaño insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un rio que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos ! Pero se engañan esos miserables. Aquí no lo serán ! ... No es verdad, camaradas ? Vamos a probarlo!...

Ya no hay paz Suena ya el cañón ! Ya no hay paz con la Francia ni con la Inglaterra !

Mueran los enemigos !!... Trémole en el río Paraná y en sus costas el pabellón azul y blanco y vamos a morir todos antes que verlo bajar de donde flamea !!

Ejemplo heróico Sea ésta vuestra resolución, a ejemplo del heróico y gran porteño, nuestro querido brigadier don Juan Manuel de Rosas y para llevarla contad con ver en donde sea mayor el peligro a vuestro jefe y compatriota el general"

Regimiento de Patricios En la mañana del 20 de noviembre de 1845, al sonar el primer cañonazo, las tropas entonan el Himno Nacional , y el canto se extiende por toda la barranca. Tropas, soldados de Patricios, milicias, civiles, hombres y mujeres irrumpieron en un canto estentóreo por los laureles que supieron conseguir y jurando con gloria morir. Eran las voces de la Patria que gritaban al invasor que había hombres y mujeres dispuestos a defender el suelo patrio, como lo habían hecho en medio continente.

En la ocasión, 35 cañones nacionales de calibre 4 a 24 se enfrentaban a 113 de calibre 24 a 80 y granadas explosivas, pero la resistencia sería tenaz y heroica.

Ocho horas duró aquel duelo, hasta la última munición. Casi todos los defensores cayeron al pie de sus armas, inclusive mujeres cantineras que se negaron a abandonar a maridos e hijos que defendían la posición. La barranca se regó de sangre heroica de muertos y heridos. Y mientras los unitarios de Montevideo festejaban la derrota nacional, el propio enemigo en su parte de batalla, reconocía la resistencia heroica: “Siento vivamente que esta gallarda proeza se haya logrado a costa de tal pérdida de vidas –se refería a las propias- pero, considerando la fuerte posición del enemigo y la obstinación con que fuera defendida, debemos agradecer a la Divina Providencia que no haya sido mayor”.

En la mañana del 21 de noviembre desembarca la infantería francesa y toma prisionero a un sargento semi moribundo y a varias mujeres heridas, tomando además algunas banderolas del frente de las tiendas, y que ahora se exhiben en la tumba de Napoleón como trofeos de guerra.

Uno de los oficiales franceses describe el cuadro: “Nuestros hombres vieron más de quinientos cadáveres; el sitio estaba completamente cubierto de muertos, gran número de los cuales yacían hecho trizas por efecto de las bombas”, y calculando que el número de heridos sobrepasaba el millar.

Barcazas con cadenas cortando el Paraná Increíblemente, mientras la prensa británica de Buenos Aires se refería a la escuadra naval como “los bucaneros”, el “Comercio del Plata” de Florencio Varela la denominaba escuadra de "los libertadores”.

El paso fue forzado por la escuadra, pero aguas arriba fue bombardeada en Toneleros y San Lorenzo, y hasta Corrientes y Asunción toda la ribera se mostró hostil, hostigando con metralla desde juncales y montes de talas, produciendo bajas y confusión en la escuadra.


Regreso sin gloria

La operación comercial resultó un fracaso total, porque nadie creyó posible comerciar con una flota que debiera custodiarse con cien bocas de fuego. Y al fracaso comercial se le sumaría una derrota militar, porque en el viaje de regreso, al pasar frente al Quebracho la artillería de Mansilla le dispara 1.500 cañonazos y 20.000 tiros de fusilería. El convoy se desorganiza completamente; siete barcos se incendian y tres vapores que intentan auxiliar a un mercante, son hostigados y obligados a huir.

Mientras tanto Urquiza derrotaba en Laguna Limpia a la vanguardia correntina del general Paz, director de la guerra contra Rosas, que había firmado un convenio secreto con el Paraguay, mediante el cual se comprometía a despojar a Corrientes de parte de su territorio a cambio de diez mil soldados.

La flota invasora entró a Montevideo a un año de la partida, con algunos barcos menos, y diezmadas por las armas, el hambre, el escorbuto y el desaliento.

Luego vendría la mayor victoria diplomática que jamás obtuvo la Nación.

Copyright © La Gazeta Federal


Obras de Leonardo Castagnino Fuentes:

- Muñoz Azpiri, José Luis (padre). Rosas frente al Imperio Ingles.
- Irazusta Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas.
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, La ley y le orden.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

                          



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- La sagacidad de Rosas
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Canciones:

La Vuelta de Obligado
Miguel Brascó - Alfredo Zitarrosa

Noventa buques mercantes,
veinte de guerra,

vienen pechando arriba
las aguas nuestras.

Veinte de guerra vienen
con sus banderas.

Angosturas del Quebracho,
de aquí no pasan.

Qué los parió a los gringos
una gran siete;
navegar tantos mares,
venirse al cuete,
¡qué digo venirse al cuete!

Ahijuna con los franceses,
quién los pudiera.

A ver, vos Pascual Echagüe,
gobernadores.

Que no pasen los franceses
Paraná al norte.

Pascual Echagüe los mide,
Mansilla los mata.

Qué los parió a los gringos
una gran siete;
navegar tantos mares,
venirse al cuete,
¡qué digo venirse al cuete!




Del Cardal
Alfredo Zitarroza

(Triunfo - Eustaquio Sosa)

Ahijuna por el repecho
vienen llegando ya los ingleses
Dan gritos en una idioma
que naide entiende
que naide entiende

Apronten bien esos fierros
naides se dueble
naides se dueble
Meneándole el sable siempre
que a ellos les duele
que a ellos les duele

No entiendo porque formarse
todos en línea
ahora se entretienen
Gritan como descosidos
quien los entiende
quien los entiende

Toditos duros parejos
mirando al frente
mirando al frente
Que los parió a los gringos
que se nos vienen
que se nos vienen



Fuente: www.lagazeta.com.ar



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