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INVASIÓN UNITARIA: LA MULITA POR EL RABO
                          
Juan Manuel de Rosas
01 Delicada situación de la Confederación
02 El endeble patriotismo de Lavalle
03 La espada, la pluma y la palabra
04 Las dos opciones
05 La opción equivocada
06 La mulita por el rabo
07 Referencias
08 Fuentes
09 Artículos relacionados


Delicada situación de la Confederación

La Confederación Argentina estaba en guerra con la Confederación Peruano-Boliviana del general Santa Cruz apoyado por los emigrados unitarios en aquel país, y bloqueado por al flota francesa que pretendía imponer condiciones infundadas y humillantes; los emigrados de Montevideo continuaban las intrigas en contra de Rosas, apoyados por Berón de Astrada de Corrientes, Cullen de Santa Fe, Castelli en el sur de la provincia de Buenos Aires, y Fructuoso Rivera de Uruguay, que le declara la guerra a Rosas el 7 de marzo de 1839.

Los unitarios emigrados a Montevideo, enemigos de Rosas, veían esta situación propicia para librarse “del tirano”, y que mejor que Juan Lavalle, el héroe de la independencia para comandar un ejercito “Libertador” invasor. Lavalle estaba instalado en la Banda Orenta en su estancia El Vichadero y no entendía a esos jóvenes que despreciaban a “esa horda de esclavos amedrentados por el tirano, que se opone a los paladines de la humanidad”.

"La iniciación de la lucha tuvo, pues, por base, la seguridad netamente positiva de que bastaría una simple amenaza de Franca para dominar al general Rosas. La amenaza ya había sido hecha y Rosas ni se dignó tomarla en cuenta. Se decidió, entonces, al ver que las palabras no surtían efecto, que M. Roger abandonase Buenos Aires. El cónsul de Francia cerró su cancillería y Rosas vio sin inquietarse desaparecer nuestra bandera de su vista. La ofensiva continuó: hay que declarar leal interdicto a la costa Argentina - se dijo - bloquear Buenos Aires, y veremos desecho el orgullo del dictador. El contralmirante Leblanc pronunció la fórmula sacramental del bloqueo, pero el general Rosas permaneció impasible: había visto cerrar sus puertos, tomar su isla Martín García y formarse y crecer, ante nuestro llamado, una coalición de todos sus enemigos, sin inmutarse siquiera." (Theogene Page: “Guerra colonialista franco-argentina 1838-1840”.p.72. Informe al gobierno francés. T. Page, edecán del vicealmirante barón de Mackau)


El endeble patriotismo de Lavalle

Soy Federal. Francia, Artigas y Rosas Alberdi había puesto su pluma al servicio de las intrigas unitarias, para convencer a Lavalle de la necesidad y el “patriotismo” de invadir la Patria con un “ejercito Libertador” pero éste no se despojaba fácilmente de su endeble patriotismo. A Francisco Pico, que lo visitara en El Vichadero, Lavalle de dice:

“A Rosas no puede vencérselo sino por la fuerza de la República Argentina, reuniendo el espíritu de resistencia por una doctrina puramente nacional bajo la bandera nacional y por jefes argentinos que obren sin complicaciones extranjeras. Sólo así podrá nuestro partido conquistar la opinión nacional; solo con ella podrá conservar el triunfo ¡Dios nos libre de suscitar contra nosotros el espíritu nacional! Desde entonces no sería nuestro enemigo Rosas sino la nación entera”.

Allá fueron a buscarlo para convencerlo por distintos medios. La “Comisión Argentina” le mandó 3.500 pesos, que Lavalle devolvió ofendido:

“Un larguísimo artículo de sofismas y de una charlatanería oscura, llamando pobres y estúpidos a los que no piensen del mismo modo. Estos hombres conducidos por un interés propio mal entendido, quieren trastornar las leyes eternas del patriotismo, el honor y el buen sentido; pero confío – termina - en que toda la emigración preferirá que la revista la llame estúpida a que su patria la maldiga mañana con el dicho de vil traidora” y agrega “porque Vd. tiene un pecho argentino, y sentirá lo que yo siento”, y llegado “el caso de llevar la guerra a nuestra patria los pabellones francés y oriental, entonces haremos nuestro deber”. (Carta de Lavalle a Chilavert)

Lavalle se refería a los “sofismas” argumentados por los unitarios, incluido Alberdi, que trataban de convencerlo de que sea de la partida:

“¿Estará el deshonor, entonces, en ligarse al extranjero para batir al hermano? - preguntaba Alberdi el 29 de noviembre de 1838 – Sofisma miserable. Todo extranjero es hombre y todo hombre es nuestro hermano. La doctrina contraria es impía y bárbara. No es nuestro hermano un hombre porque ha nacido en la misma tierra que nosotros. Nosotros no somos hijos de la tierra sino de la humanidad. De lo contrario las bestias que han nacido en nuestro suelo serían nuestras hermanas” (Alberdi, Escritos póstumos)

“Para el provinciano la patria es su provincia. Para el nacional no hay hermanos ni semejantes fuera de sus fronteras. Y para los espíritus vastos y serios, que saben no estacionarse en el círculo estrecho de la nación, para los Rousseau, los Saint-Pierre, los Lerminier, los Bentham, los Saint-Simon, los Leroux, los Lamennais, la patria es la humanidad, el pueblo es el género humano” (Alberdi, Escritos póstumos)

Alberdi insiste con su mejor pluma para convencer a Lavalle:

“Mi glorioso general: Aunque no tengo el gusto de conocerle personalmente, conozco sin embargo una parte de la historia de mi patria y conservo en mi memoria las páginas que hablan de San Lorenzo (en la que no participó Lavalle, que era cadete) Maipú, Junín, Ituzaingo, etc. Soy uno de los muchos jóvenes que hemos aprendido a venerar el nombre de Lavalle…una de las glorias americanas más puras y más bella. Decidida como está la juventud por vocación, por simpatía, por deber y por religión por decirlo así, a abrazar de nuevo la adormecida causa de la revolución americana, ella se ha acordado de los héroes de esta causa, y por tanto de usted...Seré lacónico porque usted ama el laconismo: se trata que usted acepte la gloria que le espera y una gran misión que le llama...en esta segunda faz de la revolución de Mayo. Los laureles de Moreno y de Castelli buscan unirse en la sienes de usted a los laureles de Maipú y de Junín…La obra inmortal de usted sufre hoy las infames hostilidades de un bárbaro…He aquí la necesidad de una cosa importante: que usted se venga a Montevideo con toda la celeridad posible, porque el momento es bello y no hay que malograrlo. No tiene que ver el objeto con que es llamado, el de las distintas insinuaciones y solicitudes que le han sido dirigidas…Estoy persuadido de que sus oídos nunca fueron tardos cuando sonó la voz del interés y del honor de la Republica Argentina..” (menos mal que le dijo que sería lacónico, si no le recita la Biblia completa. Hasta de lindo lo trató).


La espada, la pluma y la palabra.

Juan Lavalle Tantos elogios y alabanzas levantaron tanto el concepto de si mismo en Lavalle, que finalmente acepta bajo ciertas condiciones: “Exijo un millón de francos para los gastos de guerra...” (Lavalle al almirante Le Blanc. 28 de dic.1839)

Según definición de Estaban Echeverría, Lavalle era “la espada sin cabeza”, y demás está decir que Alberdi y sus socios en esta lucha solo usaban “la pluma y la palabra”, quedando a buen resguardo “del otro lado del charco”.

Lavalle acepta comandar el ejército invasor integrado por franceses y hombres al mando del “Pardejón” Rivera (1). Éste, como siempre, le “haría de las suyas” intentando birlarle la gloria de la supuesta futura derrota sobre Rosas. Las actitudes de Rivera, que servia y traicionaba a todos por igual, birlando lo fondos que le otorgaban los franceses, queda resumida e una frase de Lavalle: “Ofrece 1.500 hombres que no puede dar, por 200 mil patacones que desea recibir”.

Los unitarios veían que Rosas, lejos de achicarse, con el paso del tiempo se agrandaba, y Alberdi intenta “apurarle el tranco” a Lavalle:

Juan Bautista Alberdi “Montevideo, 25 de julio de 1839

Mi noble general:

Es grave nuestra situación, mi querido general, no hay que dudarlo; es menester tener presente esto a cada hora del día. Importa acelerar las operaciones cuanto sea posible: los momentos no corren hoy sin para hacer fuerte a Rosas, al paso que otros aspectos le debilitan. La sola permanencia de él en el poder después de todo lo que ha precedido, después de tanto tiempo de crisis, después de tanta profecía de que su caída era inminente, es una especie de desmentido, una cierta protesta viva contar las acusaciones de sus adversarios. Esto lo rehabilita en cierta forma a la distancia. Por otra parte los ingleses comienzan a pronunciarse con bastante franqueza a favor de Rosas; si este pronunciamiento llega a tener la menor autenticidad, la menor manifestación solemne y formal, el prestigio de Rosas se hace inmenso en el acto. (2) Además: él comienza a valerse de sofismas brillantes. Acaba de nombrar ministro plenipotenciario cerca del gobierno de Perú, al general San Martín. No vendrá el general San Martín, o vendrá tal vez ¿quién sabe? Pero que no venga, que todo sea farsa, es indudable que es una de esas brillantes farsas que suelen tener más poder que la realidad. Ha tomado también por su cuenta el nombre de usted y aún cuando él es más capaz de realzarlo que de empalidacerlo con sus dicterios honorables, no es bueno, sin embargo, dejarle el tiempo de revolver y agitar lso recuerdos pasados, y las pasiones adormidas y muertas… Su aparición en martín García ha dado golpe en Buenos Aires. Las cosas le esperan en un estado maravilloso, según todas las cartas.

Juan Bautista Alberdi

Se equivocaba Alberdi al vaticinarle que a Lavalle “le esperaban en un estado maravilloso”, como se desprende de la correspondencia de Lavalle a su esposa, donde se quejaba con amargura del vacío, falta de apoyo y hostigamiento que le hacían los habitantes de la campaña bonaerense:

“Esta carta te va a hacer derramar lágrimas. No he encontrado sino hordas de esclavos, tan envilecidos como cobardes y muy contentos con sus cadenas. Es preciso que sepas que la situación de este ejército es muy crítica. En medio de territorios sublevados e indiferentes, sin base, sin punto de apoyo, la moral empieza a resentirse, y es el enemigo que más tengo que combatir. Es preciso que tengas un gran disimulo, principalmente con los franceses, pues todavía tengo esperanzas.”

“Tú no concibes muchas esperanzas porque el hecho es que los triunfos de este ejército no hacen conquistas sino entre la gente que habla: la que no habla y pelea nos es contraria, y nos hostiliza como puede. Este es el secreto origen de tantas y tantas engañosas ilusiones sobre el poder de Rosas, que nadie conoce hoy como yo.”


Juan Manuel de Rosas Las dos opciones

Lavalle tenía dos opciones: invadir por el sur de la provincia de Buenos Aires, apoyado en el complot de Castelli, o pasar a Entre Ríos aprovechando la ausencia de Pascual Echagüe, que operaba en la Banda Oriental.

El 2 de julio de 1839, Lavalle se hace trasladar por la flota francesa a Martín García, que toma a pesar de la heroica resistencia en inferioridad de condiciones, hombres y armas, llevada a cabo por Jerónimo Costa y Juan Bautista Thorne.

Rosas mientras tanto, lejos de amilanarse o quedarse inmóvil, actúa: había ofrecido a San Martín la representación diplomática en el Perú, y no conociendo exactamente la magnitud de la conjura del sur, distribuye las tropas en la campaña bonaerense con sus mejores jefes al frente, y toma medidas económicas para contrarrestar las consecuencias del bloqueo. Por otra parte, Rosas intuía el movimiento de Lavalle por el sur, como más lógico.


La opción equivocada

El 21 de julio Lavalle le escribe a Félix Frías, que si bien tenía pensado desembarcar por el norte, “estando libre Castelli me voy por el Sud…este es el secreto”. Dos semanas mas tarde, cambia de parecer, y le escribe a su esposa: “Estoy desesperado por meterme en Entre Ríos, si el ejército invasor (de Echagüe) permanece en la Banda Oriental”, y a Andrés Lamas el 10 de agosto: “Todo ha cambiado de aspecto desde que el ejército enemigo ha pasar el Uruguay en el Salto, y desde que encuentro cooperación en el gobierno oriental y simpatía en el pueblo. O perderé tiempo en demostrar a Ud. que el ataque sobre al provincia de Buenos Aires era vicioso considerado política y militarmente...Querido, me voy a Entre Ríos; en Buenos Aires se va a desesperar, pero así lo exige el bien publico”.

Efectivamente, la “desesperación” fue general; Varela, Alsina, Lamas y los agentes franceses evaluaban el inesperado cambio de rumbo. El 15 de agosto, Valentín Alsina le escribe a Manuel Pueyrredón: “No será la primera vez que que los hombres de Entre Ríos engañen a Lavalle, o no le cumplan lo ofrecido”, y luego refiere lo dicho por un brasileño amigo suyo “de cuya verdad no dudo”, que le relata que una conversación de Rosas con el ministro brasilero Souza Monteiro, durante la cual se trató sobre la invasión de Lavalle, Rosas se rió y al despedirse, apretándole la mano le dijo: “Entre Ríos ha sido, y va a ser ahora, el sepulcro de los unitarios”.

Los emigrados unitarios dependían de “la caja” francesa, que don Frutos se ocupaba de dilapidar, y Felix Frías dice: “...nos exponemos a perder la protección de Francia, sin la que la revolución está perdida”, mientras Portela a su vez opina: “La única fatalidad que podríamos temer, sería una orden de levantamiento del bloqueo originada en el ministerio francés, por informes falsos que hubiesen dada una idea equivocada de los intereses verdaderos de la Francia. De aquí la necesidad de comprometer cuanto antes más y más a los franceses, en medidas de guerra que no les dejen retroceder. De aqui la necesidad de una acción rapidísima”.

Por lo visto los unitarios se creían capaces de engañar a todos; los franceses por su parte, avanzaban y retrocedían a los tumbos, y según su propia conveniencia.

Andrés Lamas habla de la “inconcebible tacañería de los agentes franceses (4 de agosto de 1839) y Agüero le escribe a Lavalle que “Francia ha admitido la mediación de Inglaterra con respecto al bloqueo; yo dudo de la noticia, pero Ud. advertirá el conflicto en que nos pondría si tal cosa sucedía antes que U. se hubiese puesto en acción”

Lavalle recuerda las “simpatías y condescendencias de todos los oficiales franceses, a quienes estoy tan agradecido” y Varela al comunicarle la opinión en Montevideo sobre el progreso de “la causa”, le dice que “Las simpatías se aumentan mucho, especialmente entre lso extranjeros. Su nombre de Ud. se pronuncia con entusiasmo, y todos esperan con asombrosa confianza no solo su triunfo ahora, sino la garantía de un régimen nacional, libre y permanente para en adelante...Las señoras comprometen a sus amigos y visitas; y Ud. reiría, general, de ver gravísimos ingleses y festivos franceses, sentados haciendo hilas y pegando cintas a las banderolas de las lanzas al lado de las señoras”

No se reirían más los unitarios ni el propio Lavalle, con los resultados de la campaña del "ejército leibertador".

Como vemos, los emigrados ofrecían y prometían a Lavalle “de todo” menos su propio cuero, y tampoco su dinero, que solicitaban a los franceses, según lo dice Portela: “Nuestros amigos los franceses continúan portándose como siempre; no bien le dije a Mr. Martigny lo que Frías acababa de comunicarme sobre la necesidad de recursos pecuniarios, se prestaron a lo que se habían comprometido en el momento”.

Los unitarios creían que ante la sola presencia del Lavalle en suelo Argentino, el pueblo cansado del “tirano” lo destituiría, pero esos vaticinios resultaron totalmente equivocados, como resultó en definitiva, cuando Lavalle debe retirarse hacia el norte, desilucionado y amargado ante el hostigamiento del grueso de los habitantes de la campaña bonaerense, que por lo visto estaban muy conformes con “la tiranía”, tal como se desprende de la amarga correspondencia de Lavalle a su esposa.


La mulita por el rabo

JUAN MANUEL DE ROSAS. La ley y el orden Rosas no se quedó de brazos cruzados, y realizó movimientos preventivos de tropas ante la eventualidad de un ataque desde el sur, que consideraba más lógico. Lavalle en cambio finalmente elegiría marchar primero a Entre Ríos, y al llegar los expedicionarios a Galeguaychú, el 12 de septiembre de 1839, Rosas dirá con picardía: “Los unitarios son muy rudos; ellos ven que a la mulita se la debe agarrar por la cabeza y no por el rabo”.

Otra vez más, Rosas tenía razón: la expedición del “ejército libertador” terminó siendo un rotundo fracaso, y Lavalle terminó siendo “tomado por el rabo” en Quebracho Herrado.


Referencias:

(1) "Pardejón": Apodo dado por Rosas a Fructuoso Rivera. En La Gaceta Mercantil del 22 de junio de 1843, se explicó el sentido del mote, tan conocido por entonces, que Rosas aplicó al caudillo uruguayo. “Pardejón – dice el redactor - , significa el macho toruno que llega a encontrarse en algunas crías tan malísimo y perverso que muerde el y corta el lazo, se viene sobre él y atropella a mordiscones y patadas, que jamás se domestica, y que si alguno de ellos llega a ser amansado, a lo mejor traiciona y pega una o dos patadas al jinete que lo carga, que lo ensilla o que lo monta. Así es que siendo tan de malas mañas, para designar un hombre perverso lo llaman los paisanos pardejón”. El 1° de noviembre de 1839, el comandante del Fuerte 25 de Mayo, José Maria Plaza, le expresaba al coronel Corvalán, edecán de Rosas, en una nota: “Muera el asesino agonizante parduzco pardejón Rivera, que se metió de puro bestia a declararnos la guerra”

(2) Lo dicho por Alberdi respecto a la falta de pronunciamiento ingles, desmiente la opinión de algunos historiadores liberales que pretenden imponer que los ingleses apoyaron abiertamente a Rosas desde el principio del conflicto.


Fuentes:

Obras de Leonardo Castagnino - Irazusta Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas.t.III.ps.249-255)
- Cutolo-Ibarguren (h): "Apodos y Denominativos en la historia Argentina". Edit.Elche. 1974
- Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden
- Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Castagnino Leonardo Soy Federal. Artigas, Rosas y Francia. La línea histórica Federal
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

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