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LA GUERRA FRANCO-ARGENTINA - (1838-1840)
                          

Juan Manuel de Rosas    

El Restaurador de las Leyes

(01) La diplomacia del marinero herido
(02) El marinero herido
(03) La causa de "la humanidad"
(04) La verdadera causa (informe Page)
(05) La salida de Francia
(05) Fuentes.
(06) Artículos relacionados.

La diplomacia del “marinero herido”

En el siglo XIX la diplomacia del “marinero herido” fue la constante de Gran Bretaña y Francia para presionar a los países pequeños. Se empezaba con reclamos inatendibles, seguía la presencia de una escuadra en aguas jurisdiccionales y luego venía el bloqueo, los registros y decomisos de buques, y algunos cañonazos si había resistencia de los nativos. Todo en nombre de los “derechos humanos, la libertad de navegación y de comercio”, y otros principios elevados a la categoría de dogmas del derecho internacional público. Finalmente se concertaba con el invadido un tratado de “amistad, comercio y navegación” tomándose los ingleses el derecho de usar las aguas jurisdiccionales, construir factorías, entrar sus productos sin trabas aduaneras y gozar sus residentes de un régimen legal de excepción que los ponía fuera de las leyes regionales.

Ningún tratado con la Confederación daba a Francia el trato de “nación más favorecida” que tenía Inglaterra por tratado correspondiente. Rosas se negaba a dárselo sin una concesión de su parte.

Ofendida en su “orgullo”, “La France” buscó excusas por el trato a súbditos franceses en Bs.As., por cuestiones policiales, para agredir a la Confederación y presionarla para que diera el trato de “nación más favorecida”.

“Es triste ver a un gobierno cono el de Francia emprender una guerra de tres años a dos mil leguas de distancia, basándose en datos falsos; verlo abandonar sus principios conservadores y a requerimiento de un simple cónsul, encender al guerra civil, sostenerla con su dinero, proporcionarle sus armas y cubrirla con su bandera, sin antes haberse asegurado de las simpatías nacionales; después, como para aturdirse sobre la responsabilidad de la sangre derramada en tantos asesinatos políticos y venganzas de partidos, de los cuales es quizás responsable, acreditar contra su enemigo fábulas atroces, a fin de convertir a la opinión pública en cómplice de sus errores” (Traducción del informe presentado al gobierno francés por T. Page, edecán del vicealmirante Mackay, comandante de la Flota Francesa de Operaciones en el Río de La Plata)


El “marinero herido”

El primer “herido”, no era precisamente un marinero, si no Pedro Lavie, un francés propietario de un café, acusado de robo simple y condenado por la justicia a sis mese de prisión. El otro “herido” era César Hipólito Bacle, un imprentero suizo amigo de Rivadavia que había publicado algunas artículos criticando al gobierno de Rosas. Acusado de vender mapas comprometedores de la Confederación a Bolivia ,con la que había una controversia, fue imputado por traición a la patria y condenado a muerte por la justicia, luego conmutada la pena y puesto en libertad.

El representante de Francia era el vicecónsul Roger, un joven inexperto y soberbio, que ocupaba el cargo por la muerte del cónsul francés. Rosas no lo reconocía como tal por falta de la acreditación correspondiente.

Roger pretendía que se declarara que en ambos casos el juicio era inicuo; el gobierno en cambio, sostenía que se habían respetado las leyes del país. Y Roger pretendía algo más: que se libere a dos ciudadanos franceses de prestar servicios en la milicia, según correspondía por las leyes del país, que desnacionalizaba a todo extranjero con mas de dos años de residencia en territorio argentino.

El soberbio Roger, se lo quiso llevar por delante a Rosas, que no era de arriar con el poncho ni correr con la vaina. Comenzó con exigencias, siguió levantando la representación, continuó con el bloqueo. Roger fue reemplazado, pero la política francesa siguió su escalada “civilizadora”: apoyó a Fructuoso Rivera y los emigrados unitarios en uruguay, programó con estos la formación de una república independiente (Uruguay, Entre Ríos y Corrientes), invadió la isla Martín García continuó armando y pagando el “ejecito libertador” de Lavalle, y terminó dando marcha atrás en todo y firmando con Felipe Arana un tratado de paz.


La causa de la humanidad

Roger fue reemplazado por Martigny, quien se sintió herido porque Rosas hiciera del asunto una cuestión personal contra Roger, y hacía recaer sobre Rosas todas las funestas consecuencias de esta en que la Francia defendía “la causa de la humanidad y de la civilización frente a un gobierno que se negaba a someterse, no solo al derecho de gentes, sino a las leyes eternas de la justicia y la humanidad” (Theodore Page: “Guerra colonialista franco-argentina 1838-1840”. p.70)

"La iniciación de la lucha tuvo, pues, por base, la seguridad netamente positiva de que bastaría una simple amenaza de Franca para dominar al general Rosas. La amenaza ya había sido hecha y Rosas ni se dignó tomarla en cuenta. Se decidió, entonces, al ver que las palabras no surtían efecto, que M. Roger abandonase Buenos Aires. El cónsul de Francia cerró su cancillería y Rosas vio sin inquietarse desaparecer nuestra bandera de su vista. La ofensiva continuó: hay que declarar leal interdicto a la costa Argentina - se dijo - bloquear Buenos Aires, y veremos desecho el orgullo del dictador. El contralmirante Leblanc pronunció la fórmula sacramental del bloqueo, pero el general Rosas permaneció impasible: había visto cerrar sus puertos, tomar su isla Martín García y formarse y crecer, ante nuestro llamado, una coalición de todos sus enemigos, sin inmutarse siquiera." (Theogene Page: “Guerra colonialista franco-argentina 1838-1840”.p.72)

Por su parte los argentinos emigrados a Montevideo, enemigos de Rosas, veían esta situación propicia para librarse “del tirano”, y que mejor que Juan Lavalle, el héroe de la independencia para comandar un ejercito “Libertador” invasor. Lavalle estaba instalado en su estancia El Vichadero y no entendía a esos jóvenes que despreciaban a esa “esa horda de esclavos amedrentados por el tirano, que se opone a los paladines de la humanidad” y escriban en la prensa.

“Por otra parte, es fácil comprender el alistamiento de los proscriptos argentinos en esa coalición fundada bajo los auspicios de Francia. Esos desdichados sin patria se precipitaban a las órdenes de quien les ofreciera una sombra, una esperanza de éxito. El general Rivera los vio reunirse en gran número bajo sus banderas; don Juan Lavalle era todavía su Jefe. Pero no tardaron en reconocer que los había embaucado una esperanza vana. Engañados en sus más ardientes deseos, se retiraron maldiciendo al autor de sus profundas decepciones. Indignado con Rivera, a quien siempre consideró falaz, el general Lavalle se retiró de Colonia para devorar allí su amargura, jurando no dejarse atraer nunca más por promesas casi siempre engañosas. Así se desvaneció como un sueño toda esperanza de aquella coalición de la que solo quedó un recuerdo penoso” (ibidem.p.66)


La verdadera causa (informe T. Page)

Juan Manduel de Rosas Para conocer al verdadera causa del conflicto, basta citar textualmente la traducción del informe elevado al gobierno francés por Theogene Page, edecán del vicealmirante Mackay, comandante de la Flota Francesa de Operaciones en el Río de La Plata:

“Ante la parición de este nuevo estandarte protegido por nuestros barcos, la colonia de exiliados de Montevideo comenzó a vivir en un mundo de quimeras. A sus ojos; Buenos Aires ya era libre, Rosas había dejado de existir, un nuevo gobierno se organizaba, todo se distribuían el poder, cada cual recibía su parte. Pero por haber sido repudiado el antiguo símbolo del unitarismo, Lavalle, expulsado antaño como jefe de ese partido por votación nacional, no podía ya presentarse para ocupar el mando supremo. De manera que se anunciaba simplemente como general, sin otra pretensión que liberar el país de la tiranía. Una junta se reunió bajo el nombre de “Comisión Argentina” compuesta por hombres considerados influyentes entre los proscriptos. Cuatro Encargado de Negocios, a cuya iniciativa debíase su creación, seguía siendo su principal y misterioso jefe. A esta comisión correspondía imprimir impulso a los asuntos, representar al poder legislativo después de la toma de Buenos Aires, convocar al pueblo a fin de comunicarle la caída de Rosas y su situación extralegal, para finalmente elegir un nuevo gobernador que fuese la expresión cabal de los votos del país. El dinero de Francia, así como todas las armas y municiones que habíamos prometido en concepto de ayuda, debería pasar por las manos de esa comisión. El general se mantendría en contacto con el comité dirigente y respetaría sus opiniones al igual que sus órdenes. Tal era el plan político.” (informe de Theogene Page)

Pero Rosas no les daría el gusto, y los emigrados deberían esperar diez años más para recibir “cada uno su parte”

Sigue el informe de Page:

“En cuanto al plan militar, imaginado por nuestros agentes, resumíase así: Nuestros barcos llevarían río arriba la Lavalle y a sus hombres por el Uruguay hasta Gualeguaychú, donde se precedería al desembarco; allí el general libertador después de formar su ejército con una selección de valientes surgida de entre la multitud de habitantes que se adheriría a su causa, cruzaría toda la provincia de Entre Ríos y organizaría los pueblos por donde pasara; llegaría a la Bajada, capital de la provincia, y al tomar posesión de ella, destituiría al Echagüe, gobernador del Estado y leal a Rosas, para establecer una administración fiel a la santa causa. Una vez dado ese primer paso (con toda facilidad desde luego, pues todos los corazones de Entre Ríos volarían al encuentro del libertador), mientras el general argentino daba término a la pacificación de la provincia y asentaba en ella su autoridad, nuestros barcos bajarían por el Uruguay y remontarían el Paraná hasta la Bajada, dode recogería a bordo al ejército argentino victorioso y lo transportaría a la margen derecha, en la provincia de Santa Fe, que, del mismo modo que Entre Ríos, se pronunciaría por el libertador y lo llevaría e triunfo, arrastrando como un torrente con su ejemplo a las demás provincias dek irte y del oeste; y entonces el héroe de los aténticos corazones argentinos, prosiguiendo su marcha triunfal, iría hasta los templos de Buenos Aires a bendecir a Dios por haberle escogido como salvador de su patria” (informe T. Page)

Pero no encofraría Lavalle “los corazones que volarían al encuentro del ejército libertador”, que solo existían en la imaginación perversa de los unitarios exiliados.

Continúa T. Page en su informe:

“Así proyectábamos nosotros el derrocamiento del general Rosas. Y él, por su parte, sin preocuparse de nuestro bloqueo ni de nuestras amenazas, ni de ese rival que le creábamos pieza por pieza y que debía aparecer como un meteoro terrible, preparaba tranquilamente la destrucción de Rivera y el restablecimiento de Oribe en el Estado oriental. En el preciso momento en que las tropas de Lavalle iban a embarcarse en nuestra naves para tratar de sublevar a Entre Ríos, el gobernador de esta provincia, Echagüe, cruzaba el Uruguay a la cabeza de tres mil hombres y penetraba en el propio corazón de la República Oriental, con el fin de lograr en Montevideo la destitución de Rivera, cerrar el puerto a los barcos de la división francesa, y privarnos de todo recurso en el Plata”. (Informe T. Page) (Theogene Page: “Guerra colonialista Franco-Argentina 1838-1840”.p.77.78)

Juan Bautista Alberdi nos da su visión:

“¿Estará el deshonor, entonces, en ligarse al extranjero para batir al hermano? - preguntaba Alberdi el 29 de noviembre de 1838 – Sofisma miserable. Todo extranjero es hombre y todo hombre es nuestro hermano. La doctrina contraria es impía y bárbara. No es nuestro hermano un hombre porque ha nacido en la misma tierra que nosotros. Nosotros no somos hijos de la tierra sino de la humanidad. De lo contrario las bestias que han nacido en nuestro suelo serían nuestras hermanas” (Alberdi, Escritos póstumos)

“Para el provinciano la patria es su provincia. Para el nacional no hay hermanos ni semejantes fuera de sus fronteras. Y para los espíritus vastos y serios, que saben no estacionarse en el círculo estrecho de la nación, para los Rousseau, los Saint-Pierre, los Lerminier, los Bentham, los Saint-Simon, los Leroux, los Lamennais, la patria es la humanidad, el pueblo es el género humano” (Alberdi, Escritos póstumos)

La toma de Martín García

Ocho buques- 4 franceses y 4 riveristas- fondean al norte de la isla e intiman a Gerónimo Costa entregar la guarnición en una hora. Es la nota de intimación se hace referencia a la enorme superioridad numérica de las fuerzas atacantes. Pero ello no sirve para presionar a Costa que responde “ Sólo tengo que decir que, de acuerdo a mi deber , estoy dispuesto a sostener el honor de la nación a la que pertenezco". Esta decisión fue tomada en reunión de los pocos oficiales de la isla , y en la que Thorne en brillantes palabras , manifestó que estaba acostumbrado a combatir con dignidad por el pabellón de la República Argentina y que ello era obligación de los defensores. Al efectuarse el desembarco de los 542 hombres que constituyen la fuerza del capitán Duguenet al mando de la flota, el primer cañonazo que se le opone lo dispara, según lo que va a convertirse en costumbre, Juan Bautista Thorne. Pero no alcanzan los 96 hombres de Costa para detener a los franceses y al caer Martín García, son hechos prisioneros sus defensores, lo que no es nuevo para el sargento mayor Thorne. La verdadera situación soportada por la guarnición se refleja en el parte de Costa:

"La artillería de los barcos no nos dio un momento de respiro, pues numerosos proyectiles dieron en la plataforma todavía sin concluir, levantando nubes de tierra y volcando varios hombres. Las columnas arriba mencionadas de ataque, obraron con vigor, pero fueron detenidos por nuestros bravos hombr5es que tuvieron que soportar a descubiertos el fuego, pues los parapetos estaban sin concluir; esto lo hicieron con gallardía. Después de un combate de una hora y cuarto, tan desigual como contestado, todas las columnas cargaron sobre el reducto, cuyas trincheras hubiera podido saltar un niño de cuatro años, porque estaban inconclusos..El enemigo colocado bajo nuestro fuego y nuestros doce libras desmanteladas como ocurrió en la acción, pues caían a cada descarga, teniendo por consiguiente que volverlos a colocar por la fuerza. Observé que una caja de municiones estaba incendiada siendo el fuego extinguido con gran dificultad. En esta emergencia el enemigo tomó posesión del reducto. Triunfaron, pero ello fue debido a su fuerza mucho mayor, su escuadra y otras circunstancias que han sido relatadas. Yo y mis compañeros de armas fuimos hechos prisioneros, pero fuimos tratados con la mayor generosidad por oficiales y soldados franceses. Durante el asalto todas las habitaciones de la isla fueron saqueadas, pero los oficiales del enemigo devolvieron todo lo que encontraron. Las pérdidas del enemigo han sido considerables ; por nuestra parte tenemos que deplorar la pérdida de 12 soldados muertos y 20 o 25 heridos. Siendo infinito placer en recomendar a la consideración del gobierno la brava conducta de dos valientes oficiales: mayor graduado Juan B.. Thorne, quien tenía el cargo de la artillería con el intrépido subteniente Molina ; como también la bravura de los tenientes de milicias Benito Argerich, que encabezaba la infantería, Antonio Miranda, Juan Rosas y Domingo Turreiro. El valor y entusiasmo de las tropas son sin paralelos y por consiguiente, los reconocimientos , los recomiendo a la consideración de Su Excelencia, habiendo cumplido honorable y dignamente con su deber".

Las tropas extranjeras

Durante los ocho años que duró el sitio grande hubo en Montevideo muchos más extranjeros que orientales; soldados franceses, italianos, ingleses y vascos se sumaron a la causa, a veces por identificación con los principios, a veces en carácter de simples mercenarios.

Particular trascendencia tuvo la participación del condottiero Giuseppe Garibaldi, quien, al frente de sus tropas personales, combatió con más entusiasmo que éxito hasta 1848. La grave conmoción que su patria sufría lo obligó a regresar a ella. Si Garibaldi actuó en Montevideo por idealismo o como un simple soldado profesional es un dilema que la historiografía de Uruguay ha abordado con escasa objetividad y notorio embanderamiento.

También ejercieron fuerte influencia los emigrados argentinos, todos unitarios, entre los que se destacaron los generales José María Paz y Juan Lavalle, o civiles como José Rivera Indarte, Florencio Varela (asesinado en marzo de 1848), José Mármol, Juan Bautista Alberdi o Domingo Faustino Sarmiento, que vivió en un breve periodo en la ciudad. En el plano militar fueron destacándose entre los sitiados algunos oficiales jóvenes, que jugarían un papel decisivo en años posteriores: Venancio Flores, Anacleto Medina, César Díaz y Lorenzo Batlle.

Pese a las tareas de defensa militar se realizó una intensa labor de gobierno que incluyó la creación del instituto Histórico y Cartográfico del Uruguay, la inauguración de la Casa de la Moneda, del instituto de Instrucción Pública y la puesta en funcionamiento de la Universidad de la República (18 de junio de 1849), que había sido fundada por Oribe en 1838. En 1843, antes de la formalización del sitio, el gobierno de Rivera había declarado una discutida abolición de la esclavitud que sólo era realmente efectiva para quienes integraban el Ejército.

JUAN MANUEL DE ROSAS. La ley y el orden El ejército "libertador"

Allá fueron a buscarlo a Lavalle, “la espada sin cabeza”, a su estancia del Vichadero para convencerlo por distintos medios. La “Comisión Argentina” le mando 3.500 pesos, que Lavalle devolvió ofendido.

Lavalle le escribe a Chilavert extrañado por “un larguísimo artículo de sofismas y de una charlatanería oscura, llamando pobres y estúpidos a los que no piensen del mismo modo. Estos hombres conducidos por un interés propio mal entendido, quieren trastornar las leyes eternas del patriotismo, el honor y el buen sentido; pero confío – termina - en que toda la emigración preferirá que la revista la llame estúpida a que su patria la maldiga mañana con el dicho de vil traidora” y agrega “porque Vd. tiene un pecho argentino, y sentirá lo que yo siento”, y llegado “el caso de llevar la guerra a nuestra patria los pabellones francés y oriental, entonces haremos nuestro deber”.

A francisco Pico, que lo visitara en El Vichadero, Lavalle de dice:

“A Rosas no puede vencérselo sino por la fuerza de la República Argentina, reuniendo el espíritu de resistencia por una doctrina puramente nacional bajo la bandera nacional y por jefes argentinos que obren sin complicaciones extranjeras. Sólo así podrá nuestro partido conquistar la opinión nacional; solo con ella podrá conservar el triunfo ¡Dios nos libre de suscitar contra nosotros el espíritu nacional! Desde entonces no sería nuestro enemigo Rosas sino la nación entera”.

Insistían los unitarios (Carril, Varela, Alberdi, Alsina, etc) y le escribían y visitaban tratando de convencerlo de que Francia tendría “respeto a la nacionalidad” y que para eso era necesario la comandancia del general Lavalle. La Comisión le escribe “en nombre de la patria” para pedirle que “se consagrase a su redención y libertad”. El mismo Alberdi le escribe:

“Mi glorioso general: Aunque no tengo el gusto de conocerle personalmente, conozco sin embargo una parte de la historia de mi patria u conservo en mi memoria las páginas que hablan de San Lorenzo (en la que no participó Lavalle, que era cadete) Maipú, Junín Ituzaingo, etc. Soy uno de los muchos jóvenes que hemos aprendido a venerar el nombre de Lavalle…una de las glorias americanas más puras y más bella. Decidida como está la juventud por vocación, por simpatía, por deber y por religión por decirlo así, a abrazar de nuevo la adormecida causa de la revolución americana, ella se ha acordado de los héroes de esta causa, y por tanto de usted...Seré lacónico porque usted ama el laconismo: se trata que usted acepte la gloria que le espera y una gran misión que le llama...en esta segunda faz de la revolución de Mayo. Los laureles de Moreno y de Castelli buscan unirse en la sienes de usted a los laureles de Maipú y de Junín…La obra inmortal de usted sufre hoy las infames hostilidades de un bárbaro…He aquí la necesidad de una cosa importante: que usted se venga a Montevideo con toda la celeridad posible, porque el momento es bello y no hay que malograrlo. No tiene que ver el objeto con que es llamado, el de las distintas insinuaciones y solicitudes que le han sido dirigidas…Estoy persuadido de que sus oídos nunca fueron tardos cuando sonó la voz del interés y del honor de la Republica Argentina…” (menos mal que le dijo que sería lacónico, si nó le recita la biblia completa. Hasta de lindo lo trató).

Tantos elogios y alabanzas levantaron tanto el concepto de si mismo en Lavalle, que finalmente acepta bajo (ciertas condiciones formales) comandar el ejercito invasor integrado por franceses y hombres al mando del “Pardejón” Rivera. Este, como siempre, le “haría de las suyas” intentando birlarle la gloria de la supuesta futura derrota sobre Rosas. “Exijo un millón de francos para los gastos de guerra...” (Lavalle al almirante Le Blanc. 28 de dic.1839)

Lavalle no encuentra en la población del territorio nacional ningún apoyo. Muy por el contrario le hacen un vacío que lo llenan de impotencia y desesperación.

“Se engañarán los bárbaros si en su desesperación imploran clemencia. Es Preciso de degollarlos a todos...!Muerte, muerte sin piedad!” (proclama del Gral. Lavalle al pisar Corrientes). “Derramad a torrentes la inhumana sangre para que esta raza maldita de Dios y de los hombres no tenga sucesión” . (Proclama del Gral. Lavalle el 20 de noviembre durante la campaña de Corrientes.)

Como su propia mujer le reprochara la ferocidad del documento, Lavalle se disculpa ante ella diciendo que como el “estaba muy ocupado, la proclama la escribió Frías”. Luego, en carta a Ferré, Lavalle le dice “...he tomado en las inmediaciones del Sauce un oficial y cuatro soldados del enemigo que cruzaban el campo. Mandé aquí uno o dos que eran correntinos y degollé al oficial con los otros”.

Pedro Ferré consigan en sus “Memorias” que Lavalle formo su Legión Libertadores con enganchados a 27 patacones por cabeza con fondos recibidos de Francia, el enemigo exterior que bloqueaba los puertos de la Patria. No obstante ello al arribar a Curuzú Cuatiá, su infantería se había reducido a 33 hombres. Descorazonado Lavalle, escribía a sus familiares: “Estoy absolutamente solo contra Rosas, sin más aliados que los barcos franceses…” (Carta de Lavalle a sus familiares, 1° de febrero de 1840)

En la provincia de Buenos Airs el vacío de la gente de la campaña es mayor aún, que llegan a hostigarlo. Desde Giles le escribe a desengañado a su mujer:

“Esta carta te va a hacer derramar lágrimas. No he encontrado sino hordas de esclavos, tan envilecidos como cobardes y muy contentos con sus cadenas. Es preciso que sepas que la situación de este ejército es muy crítica. En medio de territorios sublevados e indiferentes, sin base, sin punto de apoyo, la moral empieza a resentirse, y es el enemigo que más tengo que combatir. Es preciso que tengas un gran disimulo, principalmente con los franceses, pues todavía tengo esperanzas.”

“Tú no concibes muchas esperanzas porque el hecho es que los triunfos de este ejército no hacen conquistas sino entre la gente que habla: la que no habla y pelea nos es contraria, y nos hostiliza como puede. Este es el secreto origen de tantas y tantas engañosas ilusiones sobre el poder de Rosas, que nadie conoce hoy como yo.”

La odisea del “ejercito libertador” de Lavalle no deja ligar a dudas el sentimiento de la gente de la campaña. El pueblo le hizo un vacío absoluto en cuanto lugar llegara u ocupara. Las campañas del litoral se le mostraron hostiles sin disimulo; la deserción alcanzó cifras insólitas. Impresionado Lavalle por el comportamiento hostil, extendió la siguiente orden a su edecán: “Haga Ud. prender a todos los canallas pertenecientes al primer Ejército Libertador, sean o no ciudadanos, que han fugado cobardemente, y para justificar su vileza han ido esparciendo noticias aterradores. Esta especie de canalla que me ha sido funesta muchas veces en todo el curso de la guerra. Trátelos como bandidos”. (Orden del general Lavalle a su edecán Elío, coronel Elío, después de la batalla de Quebracho Herrado. 28 de noviembre de 1840.( Juan ERlía. Memoria Histórica.) (AGM.PLA.p 225)

El pueblo sabía muy bien lo que elegía, y era llamado por los liberales, “pueblo” cuando se sometían, y “plebe” cuando les eran contrarios. Alberdi en 1837 les salía al paso en el Salón Literario de la Asociación de Mayo: “…por el pueblo no entendemos aquí – había dicho – la clase pensadora, la clase propietaria únicamente, sino también la universalidad, la mayoría, la multitud, la plebe…” y agregaba “porque la plebe es humanidad, como ella es la Nación; todo el porvenir es de la plebe” (Alberdi, J.B. Fragmento preliminar al estudio de Derecho. Lectura en el Salón Literario. 1837)

“En tiempo de la campaña de Entre Ríos – escribe Paz en sus memorias – y juzgo que lo mismo fue después, no se pasaba lista, no se hacía ejercicio periódicamente, no se daban revistas. Los soldados no necesitaban licencia para ausentarse por ocho o quince días, y lo peor es que estas ausencias no eran inocentes, sino que las hacían para ir a merodear y devastar el país”. (Paz, José Maria, Memorias póstumas del Brigadier Gral.)

Lavalle espera frente a Buenos Aires varios días un levantamiento popular, que nunca se produjo, y la llegada del refuerzo de 3.000 infantes franceses. Llegaría en cambio Mackau, con instrucciones de Thiers para hacer la paz, sin importarle Lavalle ni “los auxiliares que hemos encontrado en las riberas del Plata, que no han querido o no han podido cumplir sus promesas; para cuyo éxito han pedido y recibido de nosotros socorros, sin retribuirnos, ni aun en leve proporción, los servicios recibidos”.

Lavalle inicia la retirada. Los franceses le ofrecen retirarlo a Francia con grado de mariscal, que Lavalle rehúsa por que no se lo permite “el honor” y los mismos que le cantaron loas desde Montevideo, se lo reprochan ahora por boca de Varela:

"No hay una persona, una sola, General, incluso sus hermanos de usted y aun su sensatísima señora, que no haya condenado ese funestísimo movimiento. No comprendo, General, cómo se justificará usted ahora ni nunca. Ese ha sido, General, el defecto capital de usted: no pedir consejo ni oírlo de nadie, decidir por sí solo. Y por desgracia no decide usted lo mejor”.

Lavalle reflexiona tal vez sobre la defraudación de los doctores, en contraste con los paisanos que defendían “la patria”, y entra en una profunda depresión y abandono.

Derrotado en Quebracho herrado, será muerto en Jujuy por un tiro de pistola. La muerte de Lavalle por un tiro de pistola a través de la cerradura de la puerta es puesta en duda por algunas historiadores, que sospechan un sucidio.


La salida de Francia

Francia firma la paz con Rosas y regresa con sus barcos a buscar glorias a otras tierras. Buscará luego la revancha, aliada a Inglaterra en el bloqueo anglo-francés: tampoco tendrá suerte esa vez.

Rosas da amnistía a los proscriptos “si en el término de un mes abandonasen su actitud hostil y siempre que su presencia no sea incompatible con el orden y la seguridad pública”.

Copyright © La Gazeta Federal / Leonardo Castagnino
Fuentes:

Juan Manuel de Rosas - Theogene Page: “Guerra colonialista Franco-Argentina 1838-1840”.
- Castagnino Leonardo Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los paises del Plata
- Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar



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Fuente: www.lagazeta.com.ar

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