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JAMES LEPEER (1785 - 1851)
                          

Palermo en 1850    ,
Óleo de Carlso Sívori    
Museo Histórica Nacional    

Palermo de San Benito

Le tocó vigilar la salud de Napoleón Bonaparte después de la batalla de Waterloo.
El British Packet informaba cuando falleció : “durante muchos años ha tenido el honor de ser el médico de cabecera de Su Excelencia el general Rosas, cuya confianza y amistad retribuía con la más devota consideración y adhesión”

Nació en Tyrone, Irlanda en 1785. Comenzó su carrera médica en la armada británica, donde fue promovido al rango de cirujano en 1808. Según la tradición, después de la batalla de Waterloo, se encontraba destacado en la fragata Eurotas, en Plymounth, próxima al buque Bellerophon, en el que estaba prisionero Napoleón Bonaparte en vísperas de partir a Santa Elena. Le tocó entonces vigilar la salud del ex emperador, quien le agradeció sus atenciones en una carta que Lepper conservó durante años.

Según su propia inscripción en el registro de súbditos británicos, llegó a Buenos Aires en diciembre de 1820 como “Surgeon R.N.”, es decir cirujano de la Armada Real Británica, cargo que siguió ocupando por muchos años con medio sueldo por estas tierras. A poco de arribar, adquirió con los doctores Andrew Dick y John Oughgan una botica sobre la hoy calle San Martín, frente a la Catedral, que luego cedería al boticario Pedro Ramón Sagari, a pagar en cuotas, lo que originó un expediente en el Tribunal de Medicina pues, aunque las leyes prohibían a los médicos tener boticas o relacionarse, comercialmente, con boticarios, estos médicos británicos mandaban sus recetas a Sagari, perjudicando a los demás profesionales. En marzo de 1822, debieron deshacerse, definitivamente, de la botica a favor de Sagari. A pesar de los inconvenientes James Lepper ya había adquirido prestigio, porque en abril de 1822, al fundarse la Academia de Medicina de Buenos Aires, fue elegido académico, y en 1823, cuando llegó enfermo Augusto Cesar Rodney, primer ministro norteamericano, él y Oughgan fueron convocados para asistirlo como “los dos mejores médicos de la ciudad” (palabras de John Murray Forbes).

En 1824, fue designado médico de la sección Sur de la ciudad prestando servicios gratuitos; en 1828, fue uno de los 24 miembros designados por el gobierno para la Sociedad Filantrópica de Buenos Aires, que debía promover y mejorar hospitales y prisiones, y establecer una casa de corrección y un hospital de caridad.

En la guía Blondel de 1826, aparece en la calle Reconquista Defensa 240. Un años después, vivía en la calle Potosí (Alsina) 11, donde permanecería varios años. En junio de 1837, adquirió un terrenito triangular sobre la calle Santa Fe, frente a la Plaza de Marte (hoy Plaza San Martín).

Durante décadas, Lepper, junto con Dick, McDonnell y -más tarde- Brown, fueron los médicos preferidos de la comunidad extranjera en Buenos Aires. Pero el caso de Lepper es algo diferente al de sus colegas. Porque fue un privilegiado del rosismo, gozó de lo mejor de los diversos mundos: asesor del gobierno en materia de Salud, médico de cabecera de la familia Rosas y su círculo desde 1820, y, a la vez, médico y consejero de la Legión Británica desde 1826.

En 1833, formaba parte de la comisión que analizó los planos de un nuevo hospital; durante años fue miembro de la comisión del Hospital de Mujeres y de la del Hospital de Hombres, a la que renunció en 1841.

El 30 de diciembre de 1836 partió rumbo a Santa Fe, enviado por Rosas y en compañía de Edward John Upont, para hacerse cargo de la salud de Estanislao López, que sufría de tisis (o de una enfermedad de hígado, según el British Packet).

Lo trajo a Buenos Aires, donde permaneció unos tres meses, y sus cuidados parecen haber tenido éxito (aunque López murió al año siguiente) porque el gobierno el agradeció en lisonjeras cartas publicadas en la prensa. Como no quiso cobrar honorarios –en atención a la jerarquía del paciente-, se le obsequió una casa en Potosí y Defensa, posiblemente, la misma en la que vivía. Curiosamente en 1844, Rivera Indarte escribió en Montevideo, en sus Tablas de Sangre, que Lepper había sido acusado en Buenos Aires de envenenar a López, infamia tan absurda que nadie se ocupó de desmentir.

En 1838, Rosas le confió el cuidado de su esposa, doña Encarnación Ezcurra, en su última enfermedad. Fue él quien cerró los ojos de la primera dama el 19 de octubre de 1838.

Hospital Británico (1890)    

Hospital Británico

Veinte días más tarde, Rosas le escribió una carta de agradecimiento que se publicó en La Gaceta Mercantil y en el British Packet, y que nos revela la parte más sensible del duro dictador: “…Dispénseme Ud. Que recién pueda cumplir con el deber del reconocimiento, de la amistad, y de la justicia. Varias veces he tomado la pluma para llenarlo, y otras tantas me ha faltado el valor de la virtud, que sobraba a mi querida Encarnación. Agobiado por el terrible golpe que la Divina Providencia ha descargado sobre mí, y traspasado de dolor, aun no son de acuerdo ni mis fuerzas, ni mi espíritu, con mis intenciones, ni con la filosofía de mis sentimientos cristianos. Testigo fiel, como toda familia de la asiduidad, esmero, contracción especial, y caridad constante con que V.S. se dedico a la prolija asistencia de la fiel compañera de mis cansados días, en su cruel, amarga, y penosa enfermedad, aun cuando aquella no haya pedido darle la salud por que tantos hemos suspirado y rogado a Dios nuestro Señor, no por esto he dejado de (...) mis más profundos reconocimientos, el de mis hijos y el de toda mi familia. No hubo remedio: el cielo tenía ya destinada, sin más demora, a mi amante Encarnación, en sus decretos eternos, a esa mansión pura, donde la virtud encuentra su existencia perpetua. Desde allí dirige a Ud. La expresión de reconocimiento y ruega al Señor por su salud y ventura. Quiera Ud. (…) a mi nombre, y al de toda mi familia los vivos íntimos sentimientos de nuestra encarecida gratitud, y mandar sin reserva en la voluntad de su afectísimo atento amigo. Juan Manuel de Rosas”.

En 1844, Lepper debió atender a Rosas por un grave problema de cálculos en el riñón que predecía constantemente. Así, el 21 de junio de ese año el ministro John Henry Mandeville informó a Londres que hacía unos cuatro meses Rosas había mandado llamar a Lepper a Palermo, y éste lo encontró “padeciendo un serio ataque del mal de piedra y una pequeña se le había incrustado en la uretra, que el Doctor Lepper se vio obligado a extraer con instrumentos. Un segundo ataque de la misma clase siguió pronto, y se recurrió al mismo remedio, con éxito completo. El General Rosas, entonces, vino a la ciudad para someterse al tratamiento, y cuidado del Doctor Lepper. Mejoró durante un tiempo, con leves recaídas en su molestia, cuando a pocos días tuvo otra vez un ataque muy severo, y la operación para extraer una piedra mucho más grande se hizo con gran dificultad, de cuyos penosos efectos se esta recuperado lentamente”.

Agregaba Mandeville que Lepper le había informado que no podía tomar sobre sí toda la responsabilidad de la salud de Rosas “pues si su dolencia aumenta, lo que parece ser lo más probable si se tiene en cuenta que el estado presente inflamatorio de su sangre crece ante que disminuir, debe tenerse la más grande aprensión respecto de su salvación personal”.

En julio de 1848, luego de hacerle un análisis de orina, Lepper envió una carta a Rosas advirtiéndole que el exceso de trabajo estaba afectando gravemente su salud (el mismo problema calculoso más ataque de gastritis), y le recomendaba “como médico y antiguo, y sincero amigo de V.E”, y suplicaba por Dios, por Manuelita “y también por la felicidad y gloria de la Confederación Argentina que se digne V.E. tomar todas las medidas de precisión para conservar la importantísima salud de V.E. y como creo que los trabajos mentales y sedentarios de noche son las causas principales de estas enfermedades, por estos motivos, y otros todavía más poderosos, ruego que V.E. tenga a bien variar este método durante esta estación tan fría y húmeda, y permítame a proponer a V.E. para dividir las veinticuatro horas en tres partes –desde las doce de la noche hasta las ocho de la mañana para descansar, desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde para el recreo, y desde las cuatro de la tarde hasta las doce de la noche, para trabajo, y comer, al mismo tiempo continuando con el agua mineral, que hasta ahora ha producido tan buenos efectos...”

Parece que Rosas no acató las instrucciones de su médico y su salud siguió empeorando, tanto que, a mediados de 1850, Lepper informo al mismo Southern que lo había atendido de un ataque de gota que le había afectado la movilidad de su miembros y un ojo, del que solo se recuperaría con mucho reposo.

Mineras atendía a Rosas, Lepper seguía siendo médico de la Legión Británica y de otras misiones extranjeras, y solía acompañar a los diplomáticos y comodoros navales al teatro de la Victoria, al circo, a largas cabalgatas, a los conciertos del Vauxhall, a los selectos dinner parties en el hotel de Beech, a las espléndidas fiestas que se daban en los buques de su Majestad Británica, a los grandes bailes y recepciones donde la elite comercial británica confraternizaba con el circulo federal, a las exquisitas tertulias donde las criollas alternaban cielitos con arias que cantaban acompañadas al piano.

Según parece, también trasmitía algunos secretos profesionales (largos monólogos de Rosas) a sus amigos, y jefes, Mandeville y Southern. En el ámbito de la comunidad británica colaboró con el primer dispensario médico de la British Friendly Society, con su institución continuadora, el British Hospital (1894), Y, especialmente, con la obra de asistencia a los irlandeses del padre Antonio Fahy; en 1838, colaboro con la fundación de la British Episcopal Schools.

Murió en Buenos Aires el 03 de febrero de 1851 y fue enterrado en el Cementerio Protestante de la calle Victoria. El British Packet del 08 de febrero publicó la noticia de su muerte remarcando que “durante muchos años ha tenido el honor de ser el médico de cabecera de Su Excelencia el general Rosas, cuya confianza y amistad retribuía con la más devota consideración y adhesión”.

Ref: Diccionario de Británicos en Buenos Aires - Maxine Hanon - Primera Época

Fuentes:

- Eduardo Kesting www.cementeriobritanico.org
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar


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Fuente: www.lagazeta.com.ar

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